DESIGUALDAD SOCIAL: LOS PIRATAS CONTRAATACAN

¿La persistencia histórica de la desigualdad social Latinoamericana es un MITO?

La edición pasada les explicamos la hipótesis de Engerman-Sokoloff y sus derivados, básicamente la pobreza de nuestro continente se debería a su pasado de esclavitud, la cual se dio en los lugares de mayor riqueza natural.En este sentido, se considera mayor riqueza natural a todo lo que tenga grandes economías de escala (mientras más se produce menos cuesta producir una unidad), indirectamente estas son la base de mercados no competitivos. De esta manera, Latinoamérica se convirtió en un continente oligopólico, lo cual mantendría la desigualdad e impediría el desarrollo institucional.

Algunos defienden que el tipo de colonización inglesa y la española diferían en las instituciones que promovían, y en las tierras que colonizaban, los españoles colonizaron las que tenían más recursos, más economías de escala y donde tenían mayor esperanza de vida, no querían morir de malaria. Estas varias características habrían sido causantes de malas instituciones, y esas instituciones se habrían mantenido hasta hoy por culpa de la “persistencia institucional” causada por algunas cosas como la maldición de los recursos naturales y la desigualdad social.

Sin embargo, no todos concuerdan que esas sean las raíces de TODOS los males. Williamson[1] (2015) critica las pruebas positivas que se han hecho de esta hipótesis pues considera que estos datos no tienen validez si no se los compara con el resto del mundo, el cual, según él, habría tenido la misma desigualdad social que nuestro continente. En el resumen del artículo que presentamos a continuación incendia el debate: “la persistencia histórica de la desigualdad social Latinoamericana es un MITO”.

El loco Williamson recopila datos de desigualdad social tan viejos como los registros permitan, para comparar sus cambios alrededor del mundo. Un dato curioso es que el índice de Gini Latinoamericano permaneció más o menos estable hasta hoy en día. En Chile, se habría mantenido en 54, en México se redujo de 63,5 en 1790 a 53,8 en 2000, en Brasil de 43,3 en 1872 a 58,8 en 2002 y en Perú de 42,2 en 1876 a 52 en 2002. Sin embargo, este aumento en la desigualdad social no significaría un aumento en la privación relativa, o sea, en la pobreza en términos de supervivencia. El autor justifica esto último con el concepto de “tasa de extracción” que compara la desigualdad económica EXISTENTE con lo que sería la desigualdad MÁXIMA POSIBLE.

Cuando Jeff Bezos agradece a sus trabajadores que orinan en botellas por pagar su paseo en nave espacial, en realidad agradece a su tasa de extracción, pues sin duda los trabajadores no lo hicieron como favor. La tasa de extracción máxima sería si sus trabajadores apenas pudieran sobrevivir, siendo que no pueden ir ni al baño, necesidad básica, diría que sí es excesivamente alta. En realidad, los economistas prefieren medir en términos monetarios:

Según Yahoo Finance, el beneficio bruto de Amazon en 2020 fue de 94 mil millones de dólares, entretanto el salario promedio de un trabajador del depósito era de 24.194 dólares anuales, multiplicado por sus 1,3 millones de trabajadores[4] tenemos un total de 3,1 miles de millones de dólares. Mientras tanto, el salario mínimo en Estados Unidos es de 13.920 dólares anuales, pagando eso a todos, Amazon reduciría su costo laboral a 1,8 billones de dólares. El lucro es 31 veces el salario de los trabajadores y en su nivel máximo que respete la ley seria de 55 veces este. Tenemos entonces una tasa de extracción aproximada e informal de 57%.

Básicamente, la matemática dicta que conforme crece la riqueza por encima de lo necesario para la subsistencia, la “desigualdad permitida” es mayor. Es decir, mientras más riqueza hay por encima del nivel mínimo de subsistencia, más riqueza puede extraer el rico del pobre, pues la subsistencia es el mínimo para que este siga trabajando. Si la desigualdad social es estable en el tiempo, la tasa de extracción caería pues la creación de riqueza permitiría que la tasa de extracción crezca sin “matar” a la mano de obra. Si la situación del trabajador hoy en día no es perfecta, parece obvio que tiene mayor poder de negociación sobre el valor agregado que en los tiempos de la esclavitud. Por eso, a pesar de que la desigualdad social aumente, según Williamson habría menos “privación relativa” o pobreza extrema. Según Milanovic[5] (2013), en 1774 y 2009 Estados Unidos tendría el mismo Gini, pero la tasa de extracción habría caído de 81% a 52%.

El orden concreto de los acontecimientos vendría siendo este: las colonias eran 13% más desiguales que las repúblicas independientes (estimaciones conservadoras dice), sin embargo, las enfermedades transportadas en los barcos españoles diezmaron gran parte de la población indígena cayendo la densidad de población en 51% entre el siglo 1500 y 1600, por lo que hubo más tierra por cabeza, lo que igualó la riqueza relativa durante el siglo XV a pesar del dominio español. Luego, consistentemente con nuestro artículo “teorías de la revolución”, Williamson muestra que la desigualdad social en Latinoamérica llegó a su tope justo antes de los movimientos independentistas debido al aumento de la densidad de población y de la urbanización. Aún con lo complicados que fueron esos tiempos independentistas, para 1870 la desigualdad social se habría reducido fuertemente HASTA SER MENOR QUE HOY EN DÍA.

La “desigualdad moderna”, no sería el resultado de la colonización sino del boom de los recursos naturales a finales del siglo XIX, pues tanto la tierra como los minerales pertenecían a los ricos. Así, entre 1870 y 1900 habría aumentado en 37%. ¡Hasta en Brasil aumentaron las diferencias económicas a pesar de la emancipación de los esclavos en 1888! En este punto de la historia, según Williamson, la desigualdad social era LA MISMA en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, por lo que esta no podría explicar el menor crecimiento de la región en el siglo que le siguió. Sin embargo, mientras la desigualdad social era menor, al ser Latinoamérica menos rico, las tasas de extracción habrían sido mucho mayores.

Bajo la lupa de Williamson, la desigualdad social Latinoamericana no sería producto de la esclavitud, sino que se debería a que el continente no participó lo que él llama “La gran nivelación igualitaria del siglo XX”, donde los países del norte económico habrían reducido la desigualdad social y nosotros habríamos seguido el mismo camino que la incrementó. Lo que explicaría la desigualdad social en Latinoamérica no serían los 3 siglos de colonización, sino la corriente anti-globalización entre 1913 y 1970 que habría prolongado “el boom de la belle époque”, el cual fue en primer lugar el causante del incremento de la desigualdad social. Bajo esa visión, leyendo entre líneas, el subdesarrollo se debe a que Latinoamérica se mantuvo una economía primaria mientras el resto se industrializó. Las teorías de comercio internacional lo predicen.

En efecto, los dependentistas muestran que la entrada de capitales a un mundo de economías primarias deteriora los términos de intercambio[6]. Es un resultado del modelo clásico de Ricardo, que dice que cada país se especializará en su ventaja comparativa. Luego, el modelo de Heckscher-Ohlin predice que la ventaja comparativa se da por el factor que se tenga en abundancia. Así, unos continentes tienen abundante trabajo calificado, el cual atrae a los periféricos más preparados, y otros, abundantes recursos y trabajadores poco calificados para extraerlos. La predicción del modelo es que lo que vendes de forma más abundante aumentará su precio, mientras la producción menos abundante se volverá relativamente más barata. En el caso de la región, los recursos naturales se encarecen mientras nuestra manufactura es más barata.

Se pone más denso todavía, pues el tercer teorema principal del comercio internacional, el de Stolper y Samuelson, predice que los precios del factor usado más fuertemente (el capital, o sea la tierra) se dispararán, mientras, el precio del factor usado menos intensivamente (el trabajo) bajará. Con tierras repartidas desigualmente, el factor más caro es de unos pocos, y el más barato el del resto, prolongando la desigualdad en latinoamérica. Es muy interesante cómo los dependentistas (considerados “heterodoxos”) no desmienten a las teorías neoclásicas, solo unen sus corolarios. Si en el anterior artículo todo esto sucedía porque Latinoamérica es un Oligopolio, en este modelo encontramos el equilibrio que predicen las teorías básicas de comercio, sin siquiera agregarle aun los problemas de la realidad.

La economista ecuatoriana Estefania Paredes[7] (2016) nota que tras la independencia hubo una especie de control indirecto de los ingleses a través de la inversión extranjera. Las inversiones de los piratas del mundo vendrían cargadas con dos efectos opuestos: el primero es negativo, el “rent seeking”, búsqueda de mayor beneficio sin mayor productividad, afectando así políticas de estado en favor individual, el segundo sería positivo, la redistribución a través de actividades productivas. Básicamente, se pregunta si la inversión servía para generar trabajo digno o para que las elites se hagan más ricas a costa del resto de la sociedad.

Durante la inestabilidad política post-independencia hubo una ola de defaults crediticios en todos los países, habiendo así fallado en el pago de todos los bonos emitidos hasta 1827. La quiebra duró décadas, pero el mercado internacional tarde o temprano vuelve por más, en los años 1850 se abrió el grifo nuevamente, causando una segunda ola de defaults para los años 1870. Y ahí no acaba, pues con la recuperación del comercio internacional alrededor de 1880, volvieron los flujos de capital hacia los países donde explotaban nuevos sectores comerciales, acabando en una nueva crisis económica en 1890, impactando principalmente a las dos eternas promesas de este continente, Brasil y Argentina. Antes de la primera guerra mundial, Argentina era el principal receptor de inversiones británicas, solo después de su colonia más querida, Estados Unidos. ¡Todo esto justo cuando Williamson muestra que la desigualdad económica volvió a repuntar!

En econometría existe lo que llaman un error por omisión de variables, este error es inevitable pues es casi imposible medir TODAS las causas de una consecuencia. La omisión de una variable causa que los efectos evaluados parezcan tener mayor fuerza. Si en su postre usted elige poner fresas, sentirá el sabor de la fruta más fuertemente que si las mezcla con dulce de leche. Mientras menos causas se atribuyan a una consecuencia, mayor fuerza parecerán tener esas causas.

Por eso, Paredes se propone analizar las inversiones inglesas en conjunto con las teorías institucionalistas, incluyendo dos ecuaciones, una sobre la calidad institucional y otra sobre la desigualdad social. Usa variables sobre los tipos de colonización: cuántos europeos se quedaban a vivir, identidad del colonizador, organización de las poblaciones originarias y la presencia de recursos naturales coloniales. Sus resultados indican que efectivamente, desigualdad social e instituciones se han retroalimentado negativamente a lo largo de la historia.

Sin embargo, no encuentra el efecto que los otros adjudicaban a la identidad del colonizador (inglés o español), ni a la cantidad de europeos que se asentaban en el sector. El único factor colonial que parece importar serían los recursos naturales de antaño, pues estos lugares tenían plantaciones más grandes en vez de granjas familiares, confirmando así una parte de la hipótesis de Engerman y Sokoloff al igual el estudio de Nunn donde encontró una relación negativa entre la esclavitud del pasado y la riqueza de hoy, sin por tanto encontrar la misma relación entre riqueza y desigualdad social.

Muestra que el descubrimiento del petróleo alzó la desigualdad social en los países dictatoriales, mientras no tuvo NÍNGUN efecto en las democracias. En el caso de la ecuación de desigualdad social, parece ser que la inversión británica efectivamente ayudaba a mitigarla. Sin embargo, el efecto negativo parece ser más fuerte cuando usamos la ecuación institucional, pues las inversiones reforzaban principalmente el comportamiento oportunista que ataba a políticos con inversores.

En efecto, Miller[8] (1993), ya explicaba que los préstamos y las inversiones externas de esta región contribuyeron a frenar reformas tributarias y a quebrantar las ya frágiles instituciones políticas, al mismo tiempo que más legisladores se convertían en prisioneros de sus relaciones con las compañías británicas, afectando el efecto redistributivo de esas inversiones y causando que el efecto negativo de la inversión extranjera directa sea dominante.

El trabajo de Paredes deja claro que las instituciones no son ÚNICAMENTE un resultado de la colonización. Así, el comercio con los británicos parece haber sido algo positivo, pues donde hay necesidades nuevas hay trabajo, mientras sus inversiones fueron negativas pues empoderaron el comportamiento ventajista de la joven oligarquía latinoamericana.

Si Paredes no encuentra relevancia en los varios factores coloniales que en otros artículos se mostraban como precisos sería entonces porque estos afectaron justamente a través de la inversión extranjera (variable omitida anteriormente) la cual remplazó sus efectos. Y claro, si justamente la naturaleza de los recursos no perdió la significancia es porque esta afecta a través de otros canales como el comercio internacional. Las inversiones inglesas no serían el dulce de leche que opaca las frutillas sino su mermelada: representan el mismo efecto en un punto posterior en el tiempo.

En pocas palabras, uno podría argumentar que a eso se refiere la persistencia institucional, pues justamente los continuos defaults ante los británicos serían consecuencia de la institucionalidad ventajista y discriminatoria heredada, la cual nos mantiene en el ciclo populista hasta hoy. Al final, la inversión extranjera es como TODO EN ESTA VIDA: un instrumento neutral que puede ser usado para bien o para mal. Las condiciones de Latinoamérica favorecieron que se lo use de mala manera.

Así, Costa Rica no tenía oro ni plata, pocas oportunidades de plantaciones azucareras que hagan beneficiosa la importación de esclavos y una pequeña población indígena, insuficiente para el trabajo forzado. Quienes se asentaron ahí tuvieron que trabajar ellos mismos, sin crear grandes latifundios. Estas serían las razones que permitieron una exitosa democracia rural (Thornig, 1945). A su independencia habría sido el país con la distribución de tierras más igualitaria en la región. Su etapa más complicada fue cuando el café quiso ser el único cultivo del país, lo cual llevo a los campesinos y la clase media hacia la revolución de 1948. Esta falta de maldiciones naturales también puede ser una gran explicación para que tal país no necesite ejército.

Uruguay por su lado estaba en disputa entre las coronas españolas y portuguesas, lo cual atrajo a los británicos, quienes ayudaron a la creación de un estado independiente entre 1828 y 1830. La ayuda británica se debe a que eran grandes compradores e inversores de Uruguay. La tierra de la celeste al igual que Costa Rica no era del todo atractiva para los colonizadores, pues tampoco tenía azúcar, oro o plata. En estos dos países, la revolución de los años 1930 en Uruguay y la de 1948 en Costa Rica muestran el efecto perverso de la inversión británica en las instituciones, sin embargo, el efecto redistributivo dominó, permitiendo que esas revoluciones tengan frutos.

La era de prosperidad económica del Guano (necesario para la revolución industrial) no fue tal siendo que los bonos estaban en las manos de 126 personas y estos préstamos facilitados por el guano llevaron a profundas crisis financieras. Perú siguió experimentando booms en el sector primario cuyos beneficios quedaban en las manos de la elite económica (estimada entre 40 y 200 familias) que retuvo esa clase de influencia hasta fines de los años 1960. La “colonización indirecta” de los británicos se dio por la voluntad de torcer las reglas del continente a su antojo ayudándose de los flujos de dinero. El éxito de esta (y el fracaso para nosotros) dependía de los niveles de desigualdad y de la calidad de las instituciones heredadas de la colonización, lo cual a su vez dependía de la dotación de recursos coloniales (humanos y naturales) en cada tierra.

En Perú y Bolivia el efecto negativo de la inversión extranjera dominó, pues heredaron elites coloniales fuertes creando una oligarquía que se adjudicó los beneficios de la minería boliviana y el guano peruano al controlar la entrada del capital británico. Siguiendo la lógica de los institucionalistas, la revolución cubana sería el producto del exceso de desigualdad. Con todas las críticas que se le pueden hacer (y son muchas), por las características del país, sin ella probablemente estarían más cerca de Haití y sus recientes magnicidios que de Costa Rica y su vida libre de milicias.

No lo digo por el modelo de gobierno sino por el bloqueo económico, ¿qué efecto de la inversión extranjera habría prevalecido? Yo me decanto por el negativo (irónico cuanto mínimo) debido a su pasado esclavista y azucarero, aunque claro, son conjeturas inverificables. En este punto tampoco importa pues cada país tiene que encargarse de buscar las fallas en su sistema cualquiera que este sea, cosa que los cubanos están haciendo actualmente. Estas teorías también explican porque la izquierda de antaño se posicionaba en contra de la apertura comercial: atacaban al síntoma y no a la enfermedad. 

Hoy en día, la historia se repite con inversiones chinas y gringas que terminan saqueando al contribuyente por mucho más del trabajo y capital fijo (maquinaria, etc.) que le generan, sin importar hacía donde patea su gobierno. El aprendizaje de estas líneas es que esas inversiones son un instrumento que puede ser usado a favor si logramos regular el oportunismo privado y político. Básicamente es como el Video arbitraje en el fútbol, es un instrumento para impartir justicia, pero termina siendo una nueva forma de seguir robando.

Encontramos en Paredes la respuesta a las dudas de Williamson, pues serían estos sistemas heredados de la colonización lo que habrían hecho que las inversiones en algunos países ayuden al crecimiento económico y social, mientras en otros diezmaron el desarrollo. Si bien la desigualdad económica se empató en algún punto, nuestra tasa de extracción siempre fue mayor, indicando algo más persistente todavía que las diferencias económicas, la DESIGUALDAD POLÍTICA. De la misma forma que los países tienen una influencia diferente en las decisiones mundiales, las personas tienen una influencia diferente en la posición de su país.

Tras la independencia, los oligopolios en la tierra se convirtieron en oligarquías en la política, las cuales mantuvieron largo tiempo una desigualdad institucional. La independencia de Bolivia y Perú no puede considerarse real al menos hasta 1952 donde se introdujo el voto universal, lo cual tampoco ayudó mucho para redistribuir el poder que ya estaba en manos de una elite rica.  En Perú las relaciones sociales y laborales estaban determinadas por el sector minero. La ocupación laboral dependía de la “raza” hasta décadas después de la independencia. Los negros eran artesanos, los campesinos eran indígenas, los mestizos eran pequeños comerciantes, y la elite los blancos. Estas instituciones extractivas perduraron y reforzaron sus incentivos perversos con la ayuda de la inversión de los piratas.

No importa si usted cree en los investigadores que dan crédito a las teorías precoloniales, postcoloniales, o los dos, la raíz de los problemas parece siempre ser la misma.  Así pues, la presencia de esclavitud parece ser un predictor de desigualdad no solo económica sino de acceso a la política, de la misma forma que lo es la tasa de extracción. No solo salimos para el comercio mundial ya desfavorecidos por la misma naturaleza de nuestras exportaciones, sino también con nuestras novedosas instituciones aceptando inversiones que siguen torciendo las reglas contra las poblaciones locales. De esta forma todas estas teorías que se creían contradictorias no son más que complementarias. Apriétese el cinturón que la próxima semana analizamos la desigualdad política ayudándonos del caso colombiano.

[1] Jeffrey G. Williamson, 2015. “Latin American Inequality: Colonial Origins, Commodity Booms or a Missed Twentieth-Century Leveling?,” Journal of Human Development and Capabilities.

[5] Branko Milanovic, 2013, “The inequality possibility frontier: the extensions and new applications”

[6]Leandro Prados de la Escosura, 2007, “Inequality and Poverty in Latin America: A Long-Run Exploration”

[7] Paredes Estefania, 2016, “Origins of Institutions and Inequality in Latin America”

[8] Miller, R. (1993). “Britain and Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries”

+ posts

Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.