EL PACTO DE NO CRECIMIENTO LATINOAMERICANO

Los ingredientes de la eterna promesa

Cómo vimos a lo largo de la serie “Pilares del Subdesarrollo”, nuestro continente no encuentra su camino debido a varios factores. Primero, las economías de escala de nuestros recursos junto a la colonización crearon mercados oligopólicos, tras liberarse de la corona española, el poder económico se trasladó a la política, convirtiendo a los oligopolios en oligarquías. Esas oligarquías se transmitieron en una burocracia de palancas y una institucionalidad fallida, la cual se retroalimenta negativamente de la inversión extranjera, la desigualdad y el extractivismo. A todo esto, le falta un ingrediente que no permite salir del círculo vicioso y ese es la falta de consenso democrático.

El ortodoxo Marcos Lisboa explica que básicamente el gran problema de Brasil (de nuestras democracias en general) es que todos jalan para su lado, queriendo siempre mamar del estado, haciendo con que las cargas queden desigualmente repartidas. Es un error que muchas veces perjudica al mismo agente que se cree beneficiado: en una conferencia al sector automovilístico Lisboa los recrimina explicando que su crisis se debe a que el gobierno atendió todas sus demandas proteccionistas afectando así la competitividad. Poco después, Ford se fue de Brasil, quebrada[1].

En nuestras sociedades, no buscamos formas de compartir la carga, buscamos como chantársela al otro. La búsqueda del beneficio sin sacrificio hace que la democracia viva eternamente sin consenso, la indecisión arroja su propio equilibrio:  el “Pacto de no crecimiento Latinoamericano”. De esta forma los únicos grupos con alcance suficiente para doblegar al gobierno son las grandes empresas y los camioneros (¿?). Así, mientras las elites se benefician del gobierno, los trabajadores formales no solo pagan sus impuestos, también compensan por los informales.

Este pacto comienza en la falta de cohesión social, pues cada uno se encarga únicamente de las injusticias que el sufre y de los beneficios que a él le competen. Así, Keefer y Khemani[2] (2004) muestran que, en regiones con identidades colectivas fuertes, étnica y lingüísticamente, el gasto publico suele traducirse en inversión universal como infraestructura, educación o salud, mientras en regiones más mezcladas y diversas la acción colectiva resulta en transferencias focalizadas cómo trabajos o subsidios.

La acción colectiva puede aportar a la sociedad con inversión pública, la cual multiplica la riqueza a futuro, o con clientelismo, que solo la mueve de un lado para otro. Las distorsiones que esto causa en el sistema político y por tanto en la macroeconomía son enormes, puede encontrar un ejemplo de eso en nuestro artículo “Elefantes blancos”. La historia hizo que nuestras sociedades nazcan divididas, regionalistas y racistas, y esa división es una de las causas de la ineficiencia de nuestros políticos.

La cohesión social no quiere decir la falta de diversidad, ni la harmonía y ausencia de conflicto, se refiere al grado de colaboración de la gente ante la crisis o la oportunidad. Se da por valores compartidos y sentido de pertenencia con la comunidad. La fuerza del pegamento social depende en gran parte de la desigualdad inicial. Los estudios usan la fragmentación lingüística como indicador de que tanto un grupo de nacionales ha desarrollado una identidad común a lo largo de las décadas y los siglos que la forman. Sin embargo, solo es un indicador y no una causa de cohesión social, pues donde las instituciones alcanzan cierto nivel de desarrollo, la fragmentación lingüística no tiene efecto económico.

Al crear oligopolios, los recursos naturales y la esclavitud también son causas de la fragmentación social latinoamericana, pues esta es el resultado de una pequeña elite que creó un sistema discriminatorio clasificando a los ciudadanos por su etnia, que justamente permitía mantener esos oligopolios. Por otro lado, en Norteamérica, los inmigrantes venían en grandes números, con mayor proporción de “personas libres”, contribuyendo así a crear una cultura dominante de la clase media.

En efecto, en un país donde no existe confianza ni interés por el otro, ni siquiera los “políticos buenos” pueden seguir las reformas adecuadas pues la fragmentación social los limita. Tampoco existe confianza en los políticos de que el sacrificio de corto plazo tendrá un pago futuro. En 2006, el economista de la felicidad, Easterly, y sus muchachos[3], muestran que las dificultades de los países en desarrollo no provienen solo de la moral de los políticos, sino también de la falta de cohesión social para construir instituciones efectivas. La cohesión social contribuye a los derechos políticos, a la confianza, a la estabilidad política y a aliviar la carga regulatoria.

La pérdida no es únicamente política, los costos de transacción de los negocios y de cumplimiento de contratos crecen con la falta de confianza. Si el costo de transacción es muy alto el negocio ni se realiza. Es sabido que en Ecuador los jugadores de fútbol salen en gran parte de Esmeraldas (provincia afrodescendiente), aun así, la provincia no tiene ningún equipo en primera o segunda, la mayoría se sitúan en Quito o Guayaquil. Una explicación común en el medio es la desconfianza en los esmeraldeños, haciendo que los capitales de la gran ciudad no se instalen ahí. Transporniendo esto al resto de actividades, no solo no se desarrollan servicios educativos, sino que los individuos de minorías que logran educarse también tienen costos más altos para integrarse al mercado laboral. Se pierde la mayor riqueza de los países, el capital humano que no se forma, y el que no se contrata.

Un joven nómada de esas prestigiosas universidades gringas, Roberto Foa[4], muestra con datos de 200 indicadores y 155 países que dos desviaciones estándar de diferencia en el nivel de cohesión social, o sea la diferencia entre Suecia e Italia o Bostwana y Angola, es suficiente para que el crecimiento económico acumulado de dos décadas difiera en 28 puntos porcentuales. ¡O sea, la fragmentación social podría explicar un tercio de las diferencias en riqueza! LA CULTURA DE COOPERACIÓN ES UN ELEMENTO ESENCIAL DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO.

Básicamente de eso se trata vivir en sociedad, permite diversificar nuestras comodidades sin por tanto diversificar nuestras habilidades. Pero la cooperación tiene sus costos (los políticos) y sus ineficiencias (quienes fingen cooperar), en nuestro caso, la falta de cohesión social es una ineficiencia que genera que las personas se beneficien del contrato social sin someterse a sus costos, lo cual a su vez genera ineficiencias en el mercado político, siendo este un gasto mayor para un beneficio menor.

En los casos más extremos la baja cohesión social se convierte en fragmentación. Las guerrillas de este continente son fruto de esa falta de consenso, la falta de cohesión social es la puerta de entrada para el aprovechamiento de las potencias extranjeras, “DIVIDE Y VENCERÁS”. La izquierda radical y guerrillera de la región nace como respuesta a la extrema derecha que cazaba fantasmas comunistas en la guerra fría. Los polos se atraen. En varios países africanos como Angola y Mozambique, los europeos y gringos directamente aprovecharon la falta de consenso social para dar armas a cualquier grupo que tuviera un desacuerdo con quien obtuvo la independencia; creando sangrientas guerras civiles cuyos partidarios son hasta AHORA las principales fuerzas políticas.

La discriminación es un problema social que se siente en la economía de forma prolongada, es parte del pacto. En Chile todavía se celebra el día de la “raza”, en países andinos todavía se cree que indio o la palabra quechua para joven es un insulto. La economía es también un reflejo de la cultura, sociedades fragmentadas crean economías quebradas de la misma forma que cuando aumenta la pobreza las personas se vuelven más tribales (o sea aumenta el racismo). Por lo general, las calles de la economía son de doble vía.

Así, la discriminación y la falta de confianza social completan la pared que obstruye el camino Latinoamericano. El extractivismo inhibe el desarrollo de la industria y ayuda a las dictaduras (artículo), desplaza a gente de sus casas al contaminar sus ríos y destruir sus ecosistemas; oprimimos por dinero que nos oprime. Siempre hubo tensiones entre pueblos cazadores recolectores, para quienes el mundo es de ellos para recorrer, y agricultores, quienes no quieren que alguien pise su terreno y peor robe su cosecha. Al momento de ahora, el mundo de los cazadores-recolectores se redujo a una porción de la amazonia, lo cual igual es un gran espacio si sus ríos fluyen y sus árboles crecen. 

A la final la historia del humano es nacer conseguirse una tierra para vivir y heredarla. Originalmente las tierras se apropian con base en la invasión, lo hicieron los primeros humanos, lo hicieron los colonizadores, lo hizo Huasipungo, lo hacen gringos y europeos hasta hoy en día, con un sistema más refinado, y la periferia lo hace sobre su periferia para servir a los caprichos de quien la controla con inversión. El cazador-recolector del siglo XXI es simplemente el último en la cadena de poder. Lo loco es que, solo dejando de someterlos al poder local, podremos nosotros librarnos del internacional; la economía es poética. Cada vez que usted discrimina a su par, es a todo su entorno a quién hace daño.

Por otro lado, la cooperación ligada a una fuerte cohesión social deriva en eficiencia productiva, pues se aprovecha al máximo las capacidades de la sociedad, mientras más humanos se unen para colaborar de forma efectiva, mejor y más barato se produce. Las multinacionales por ejemplo coordinan toda una cadena de producción entre ciudadanos de varios países para minimizar sus costos. Por otro lado, rio abajo, la eficiencia distributiva necesita de competencia, pues es la presión competitiva lo que impide a las empresas abusar con los precios, como también lo hacen las multinacionales que reducen mercados mundiales a menos de 10 marcas. Latinoamérica tiene baja cohesión social, es decir poca productividad, y mercados oligopólicos con una demanda segmentada desigualmente, lo cual se transmite en precios altos y calidades bajas (explicación aquí).

La desigualdad, el extractivismo, la cohesión social y la institucionalidad se retroalimentan entre las 4. La minería y el petróleo despojan a la gente de su hábitat, creando así relaciones de conflicto en vez de consenso, lo cual conlleva relaciones discriminatorias y desiguales, luego los petrodólares y el conflicto son aceite para el engranaje de nuestras instituciones corruptas, finalmente, la mecha inicial, instituciones tomadas por el oligopolio, aumentan la extracción de recursos naturales.

A los economistas les encanta hablar de un círculo virtuoso del crecimiento eterno donde inversión, consumo, trabajo y salarios se retroalimentan infinitamente. Estar siempre buscando atender ese círculo cortoplacista de las doctrinas del norte no permite atender el circulo vicioso que nos encierra hace siglos, cuyo primer dominó fue nuestro clima (artículo). Parece evidente entonces, que la economía tiene que adaptarse a la geografía y la cultura.

Resolver este círculo requiere de medidas coordinadas en los diferentes frentes, por eso las reducciones de la desigualdad de los gobiernos progresistas (keynesianos) jamás perduran y nuestro Gini es el mismo que hace 200 años (artículo). Cuando se habla de descolonizar la mente, económicamente, a esto se refiere, dejar de usar doctrinas importadas que no funcionan, y aplicar nuestros propios conocimientos. Eso no significa obviar todo el conocimiento de afuera, sino adaptarlo, por eso a continuación damos ejemplos de políticas que funcionaron en otros países.

Nueva Zelanda es una excolonia que encontraba entre sus fronteras problemas similares a Latinoamérica. Los Maorí hoy reconocidos por bailar en las canchas de Rugby ya fueron una población excluida. En los años 70 se comenzaron políticas para incorporar a la comunidad, una de las principales fue la de crear el tribunal Waitangi el cual ha sido una vía para los reclamos de la comunidad a la corona inglesa, y por tanto al gobierno neozelandés. Las recomendaciones de ese tribunal permitieron resolver los conflictos sobre la tierra, dieron a los Maorí un verdadero acceso a la justicia, y les permitió una mayor representación política.

Básicamente, el acceso a servicios básicos, justicia y política crean un marco institucional que facilita la confianza en miembros de otros grupos. La corte Waitangi permitió la formalización de conflictos que se habrían materializado de forma menos pacífica. En nuestro continente podría ser interesante hacer algo más que reconocer la existencia de la justicia indígena, sino estudiarla e incorporarla a la justicia “formal”.

Los países Balcanes son un nicho de conflictos étnicos cuya historia de sangre es todavía reciente, al punto que el espectro izquierda-derecha queda opacado por el espectro religioso. En Bosnia Herzegovina mejoraron las relaciones obligando a una representación proporcional que forzó a los partidos a compartir el poder y negociar. A pesar de que aún existen tensiones, las interacciones repetidas crean relaciones funcionales entre la elite política, lo cual crea una base para arreglar los conflictos entre grupos. En Latinoamérica es comparable con Chile donde la nueva constitución guardó puestos para los pueblos originarios.

El imperialista buena gente, Canadá, país cuyas escuelas fueron fosas comunes de pueblos originarios, hoy en día es un ejemplo de inclusión institucional a los migrantes (convengamos que la tienen mucho más fácil). Sin duda, un cálido recibimiento a los vecinos, con instituciones que lo formalicen, en especial en estos tiempos de crisis en Venezuela, sentaría bases para una sociedad solidaria.

Los niños no nacen creyendo que las diferencias físicas también son morales e intelectuales, sin embargo, es lo que entienden al ver que están separados en establecimientos por riqueza y en varios liceos de nuestros países, todavía hoy en día, por color de piel. En un estado de diversas nacionalidades, la función principal de la escuela pública es crear armonía.

Por tal razón, para lograr que exista cohesión social, la escuela pública debe alcanzar una calidad tal que los más ricos la prefieran a la privada. La educación pública puede servir para separar o para unir, al igualar a la privada en calidad-precio, reduce el conflicto social y la desigualdad de oportunidades (vía indirecta para reducir el conflicto social, doble efecto). Si los manifestantes le “destruyeron la ciudad”, culpe a quien no invirtió en educación pública 10 años atrás y a usted mismo que no se pone en sus zapatos.

Es hora de convertir al círculo vicioso en virtuoso, cambiar de objetivos, dejar de perseguir un crecimiento de la producción sin importar su verdadera utilidad sino el fin de la discriminación y el extractivismo que vendrán acompañados de cooperación e institucionalidad, creando así crecimiento verdadero y no solo una estadística que avala a los gobiernos. Tal vez para eso tengamos que dejar el patriotismo de lado, el amor incondicional al estado históricamente criminal y entrar en la era del matriotismo, el amor a la madre tierra o Pachamama.

[1] https://www.youtube.com/watch?v=zufSIeeuJz4&ab_channel=LucasFS

[2] Keefer, Philip, and Stuti Khemani, 2004 “Democracy, Public Expenditures, and the Poor: Understanding Political Incentives for Providing Public Services.” The World Bank Research Observer

[3] Easterly, William and Ritzen, Jozef and Woolcock, Michael, “Social Cohesion, Institutions, and Growth”, Center for Global Development

[4] Foa, Roberto “The Economic Rationale for Social Cohesion –The Cross-Country Evidence”

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Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.