DE LA NATURALEZA POLÍTICA AL SISTEMA ARTIFICIAL

Cuando los chimpancés cruzan el charco

En los artículos pasados explicamos las diferentes teorías sobre la menor creación de riqueza de Latinoamérica comparado a los países contaminantes. La primera hipótesis es la de la riqueza natural y la esclavitud. Esa esclavitud habría causado una gran desigualdad que impide el desarrollo institucional y por tanto social.  A Williamson no le cierra esta tesis pues en los años 1900 la desigualdad de Latinoamérica habría sido la misma que Estados Unidos y Europa. De igual forma, Nunn encontró relación entre riqueza y esclavitud, pero no con la desigualdad. Por tanto, la desigualdad económica no explicaría la falta de creación de riqueza.

Las economías de escala que promovían la importación de esclavos habrían convertido a Latinoamérica en un continente oligopólico y posteriormente oligárquico. El oligopolio se mantiene en un gran número de mercados, el cual incluye el político. En palabras neoclásicas, hay un problema de incentivos perversos en el mercado político. En palabras comunistas, los políticos y las grandes empresas se apropian de gran parte del surplus del trabajador, concentrando así la riqueza.

Como mostramos con la tasa de extracción y los flujos de capital ingleses, la esclavitud afectaría el desarrollo hasta hoy por culpa de la desigualdad política y no de la económica. En efecto, la desigualdad y el régimen político están fuertemente correlacionados. Kawanaka y Hazama[1] (2016) realizan un estudio que incluyó 75 países y arrojó que la calidad del sistema político y la democracia son determinantes para la presencia de desigualdad de ingresos. Si creemos en lo visto anteriormente, esta relación se explica porque la desigualdad es en parte causante de la democracia, a la misma vez que la democracia es un compromiso de la elite para bajar la desigualdad. Siendo que la economía y la política siempre van de la mano es complicado diferenciar los efectos de la desigualdad de cada una sobre la riqueza. Por suerte existen estudios de caso.

Bautista y otros[2] (2007) recuperaron datos de los censos de 1879 y 1890 para medir la desigualdad de acceso a la tierra en la región de Cundinamarca en la bella Colombia. Luego, miden la desigualdad política viendo qué tanto los alcaldes monopolizaban sus cargos. Aunque existían leyes que restringían el voto por propiedad y alfabetismo, la distribución del poder político en la región era variable en las diferentes municipalidades, en algunas los alcaldes iban y venían como los últimos presidentes de Perú, mientras en otras las mismas familias acaparaban el poder por largos periodos.

Contra toda expectativa de la historia oligárquica Latinoamericana, encuentran que, en este caso preciso, la concentración del poder político estaba negativamente relacionada a la concentración del poder económico. Es decir, donde había grandes hacendados los políticos rotaban más seguido, y donde el trono ya tomaba la forma del rabo del alcalde, las fortunas estaban menos concentradas. Para el autor este sorprendente dato curioso de Cundinamarca se explica porque en Colombia, a diferencia del resto, la carrera política estaba abierta a personas de varias procedencias.

Más sorprendente todavía, el autor encuentra que los lugares donde la tierra estaba repartida más desigualmente son aquellos en donde existen hoy mejores resultados, como mayor escolaridad, menor pobreza y mayor urbanización. ESTE DESENLACE CONTRADICE TODA LA LITERATURA SOBRE LA RELACIÓN ENTRE DESIGUALDAD ECONOMICA Y CRECIMIENTO. A la inversa, la mayor concentración política en el siglo XIX viene a ser un predictor de peores resultados hoy en día. No es sorprendente, pues parece intuitivo que la concentración del poder político es un freno al desarrollo.

Básicamente, al estar inversamente relacionadas las desigualdades políticas y económicas, se pudo notar que el efecto negativo de la desigualdad política tuvo mayor fuerza sobre la situación de hoy en día. No vale la pena generalizar Cundinamarca al mundo, pues como TODO EN ECONOMÍA, existen casos diversos que dependen de otras condiciones geográficas, culturales, geopolíticas, etc. Por ejemplo, Corea del Sur y Taiwán se desarrollaron bajo el manto de regímenes autoritarios.

Para explicar estos resultados que contradicen el conocimiento convencional, los autores refieren al ejemplo de Bates[3] (1981) donde compara Kenia y Ghana. Resulta que la lucha de poder entre la elite económica, y la elite política puede algunas veces favorecer al pueblo. En Ghana, los pequeños plantadores de coca no lograron ser contrapeso del sistema político y resolver sus problemas colectivos, mientras después de la independencia de Kenia, la elite blanca con grandes hacendados impuso la rendición de cuentas política para evitar justamente que los políticos acapararan el poder que ellos tenían. Es decir, el poder económico defendió su interés, y sin querer también el de la gente; siempre es más conveniente un gobierno que tenga que rendir cuentas.

De esta forma, una mayor desigualdad en lo que respecta al acceso a la tierra terminó en mejores resultados económicos de largo plazo. Si bien la mayoría de las veces la interacción de la elite económica y política termina en la opresión del pueblo, resulta ser que a veces pueden favorecerlo sin intención. Esto claro no quita que los europeos de Kenia hayan robado esas tierras y explotado a las poblaciones que las habitaban. En ese sentido, los poderosos hacendados de Cundinamarca habrían servido de contrapeso al político de su municipalidad, mientras en áreas periféricas los políticos consolidaban su poder conforme su avaricia demandaba, ya que no había ningún contrapeso económico que lo impida.

Permítanme dudar de estas afirmaciones, aquí su humilde servidor interpreta estos resultados de forma diferente, pues la concentración del poder político en unas pocas manos puede ser justamente el resultado de reducir las discrepancias económicas. En Latinoamérica el voto ha demostrado responder históricamente a la reducción de la desigualdad, por lo que tiene sentido que el poder político se acumule donde la desigualdad se reduce. Sin embargo, en el largo plazo, la acumulación de poder político reduce la rendición de cuentas, e inhibe la institucionalización.

Así ha funcionado el populismo en Latinoamérica históricamente, las victorias sociales se convierten en derrotas del sistema político, las cuales se convierten en derrotas sociales. De esta forma también se puede dar sentido a los resultados de la investigación sin contradecir la abundante literatura sobre desigualdad económica y de oportunidades: la desigualdad económica es una traba al crecimiento, pero existe una traba mayor, siendo esta la desigualdad política. Todo cierra pues va en acorde perfecto con nuestro artículo anterior “las instituciones como la materia prima del progreso”.

Ahora, claro esa desigualdad política también tiene un origen. Todo comienza en la biología. El humano es básicamente una creación de sus genes, los cuales son determinantes no solo para el físico sino también para el comportamiento. Un ejemplo de eso es que la aversión al riesgo depende de los receptores de dopamina. Lo interesante de esto es que los genes no son cuevas cerradas que no cambian por nada, el 96% de los genes son de “si tal luego esto”, es decir condicionales a cosas que puedan pasar. El gen que facilita la depresión solo aumenta la probabilidad de esta comparando personas que sufrieron determinadas situaciones como abuso, perdida de padre o madre, divorcio, lo que llaman de “childhood stressor” o “detonante de la infancia”.[4]

Es decir, al humano lo determinan sus genes, sin embargo, los rasgos de personalidad hacia donde le patean sus genes dependen del ambiente (social, cultural, natural, etc.) al que se esta expuesto, el humano es una creación mayoritaria de su ambiente. Cómo verán hay genes que son un poco universales por ejemplo tener 5 dedos en la mano. Esos son otra clase de genes, los cuales compartimos en un 98% con chimpancés y bonobos. Esa universalidad no es solo de rasgos físicos, sino de instintos primitivos, como el de supervivencia, la cual dependería de un gen que sea universal pero condicional al ambiente. Consecuentemente, las diferentes formas de sobrevivir crean diferentes estructuras sociales.

Por ejemplo, hasta hace poco se creía que los hombres eran universalmente mejores en matemáticas que las mujeres aun cuando los dos reciben las mismas aulas, hasta que se demostró que en un país del mundo las mujeres tienen resultados ligeramente mejores. Ese país es Islandia, justo el país del mundo con mayor igualdad de género. Resulto ser que los mejores resultados de los hombres no eran más que el reflejo de el ambiente diferenciado en el que crecían y no un rasgo determinante de la biología.

En ese sentido, el humano no es más que un chango capaz de hablar, por lo que vale la pena analizar ciertos comportamientos de nuestra especie hermana. El primatólogo de Harvard, Richard Wrangham[5] (1997) explica que los Bonobos y los Chimpancés viven cada uno de un lado del rio Zaire, sin ninguna diferencia en sus rasgos genéticos, fisiológicos o la naturaleza que habitan. Sin embargo, la organización social de estas dos especies es extremadamente diferente.

Los bonobos viven en una sociedad horizontal donde básicamente todos pueden ser amigos de todos, en la cual si te aburres te buscas un grupo nuevo, mientras los chimpancés se organizan en tribus con un solo líder, para el cual es inadmisible que uno de sus súbditos escape de su control, es una sociedad mucho más jerárquica.  Resulta ser que la diferencia fundamental reside en la presencia de Gorilas de tan solo un lado del rio, creando una escasez de recursos para los chimpancés y una competencia por estos, mientras los bonobos estiran la mano y encuentran un banano[6]. Sería muy interesante ver lo que pasa si los chimpancés pudieran cruzar el rio en masa.

Justamente, se hizo este experimento al nivel humano con los europeos cruzando el charco Atlántico. Fue el choque entre dos sociedades, una que los científicos como Williamson[7] (2015) denominan de “intensiva en labor y baja en recursos” con una “intensiva en recursos y baja en labor”. Parece ser que al igual que los changos, la sociedad nacida con pocos recursos se jerarquizo más, al tener mayor jerarquía dieron mayor impulso a la creación de tecnología que permita mantener la jerarquía, las armas. En el caso humano, el primate más fuerte se mantenía en la cúpula, no por su fuerza física, sino por su capacidad de crear un sistema que lo mantenga en el poder. Se puede ver la importancia de la socialización y la configuración mental en el hecho que, frente a la abundancia de recursos, los colonizadores no vieron la oportunidad de vivir en una sociedad de relaciones horizontales, sino la de maximizar la extracción de estos hacia la parte alta de la jerarquía (ellos mismo).

Según Williamson, los Incas, la sociedad más jerarquizada del “nuevo mundo”, tenían un Gini de 22, menor al de cualquier sociedad europea de la época y al del país más igualitario del mundo hoy en día. La abundancia de recursos habría causado una sociedad más horizontal y menos desigual del lado oeste del Atlántico. La horizontalidad de la sociedad habría permitido un equilibrio más competitivo, pues mientras más vertical, menos compatible es con la competencia. Para creer en estas teorías basta con darse una vuelta por la amazonia, donde como lo muestra Duran, los modelos de gobernanza son horizontales desde la misma concepción arquitectónica de los pueblos[8].

Llegando al extremo, la comunidad Añangu tiene una sola cuenta de banco para todos, de forma que al interior de esta no necesitan nada más que las relaciones de reciprocidad para mantenerse. En otra ocasión buscaremos presentarles la forma en que la cosmovisión de las comunidades amazónicas entiende a al humano como parte de la naturaleza. Eso se ve reflejado en las organizaciones políticas cuyos valores suponen ser la descentralización y la obediencia con las bases. Si creemos en las teorías de la evolución biológica del comportamiento, las concepciones del mundo dependen del ambiente, así, no se necesita que el dinero crezca en los arboles donde si crece la fruta.

Los europeos ya eran una creación de su ambiente, al ver un ambiente nuevo, no cambiaron ellos, sino que cambiaron el ambiente, exportando, por ejemplo, su modelo de gobernanza. Al llegar a América los europeos no eran una civilización más avanzada como lo presentan siempre los “victoriosos” de la historia, los incas poseían grandes matemáticos, arquitectos y astrólogos[9], los españoles tenían espadas, caballos y gérmenes[10]. Todavía hoy en día nos resistimos a aprender del modelo de gobernanza de los pueblos originarios, pues el chip comportamental de la sociedad de consumo y maximización del beneficio ya está implantado.

El nuevo modelo de gobernanza más jerarquizado hizo necesario desarrollar todavía más los métodos de opresión para poder mantenerlo. Las jerarquías verticales por naturaleza tienen más sistematizado la creación de nuevas armas y sistemas de poder, lo que permitió que se extiendan. No es la naturaleza del humano buscar someter al vecino, es la naturaleza de las sociedades más jerárquicas. Ese modelo de gobernanza creció y es el predominante en el mundo, al punto que, ¡ya no es la gobernanza quien desarrolla las armas, sino el mercado de armas quién decide en gran parte la dirección de las relaciones internacionales![11].

La desigualdad política en Latinoamérica viene del choque de dos sociedades cuyas estructuras diferentes llevaron a diferentes caminos en el conocimiento, siendo la estructura más jerárquica la que más desarrollo instrumentos para subyugar a otros humanos. Finalmente, las tecnologías y la organización social viradas hacia la opresión sistematizada se expandirían hacia el mundo, aunque esta organización no sea natural ni necesaria donde la naturaleza provee. Hoy en día, Latinoamérica sigue destruyendo su naturaleza y manteniendo su jerarquización social para simplemente exportar petróleo, cobre y todo tipo de recursos hacía el Norte. Siendo luego esta extracción de recursos la que reproduce las relaciones sociales jerárquicas aquí, tanto económica (genera dictaduras) como socialmente (despojamos a gente de su modo de vida por dinero fácil).

La globalización y el consumismo traspasaron la escasez de algunas regiones hacia el mundo entero, entrando así en un sistema político que jerarquiza a todas las poblaciones.  Esa jerarquización se traduce en desigualdad política y económica que se reproducen solas, convirtiéndose en el mayor freno al desarrollo económico e institucional de nuestro continente. El nivel de desigualdad ya no sería el resultado de lo “naturalmente conveniente”, sino que la estructura social se reproduce sola independientemente de lo que sería óptimo para la sociedad, pues ya no es tampoco la flora y la fauna quienes forman el comportamiento humano.

En fin, el comienzo de las estructuras sociales se encuentra en los modelos de gobernanza. Teóricamente existen dos posibles caminos para cambiarlo, el primero es el de la economía política clásica, según esta corriente todo comienza en los incentivos individuales de los legisladores y fallas de mercado como asimetría de información que tienen políticos y votantes. Habría entonces que buscar los incentivos perversos y las fallas del sistema e ir ajustando las reglas. Un ejemplo de esto  puede encontrarse en nuestro artículo “Elefantes Blancos”. El otro camino es regresar a ver a los pueblos originarios, ayudarse de sus modelos de gobernanza, democracias participativas y economías colaborativas.

Al final del día, son caminos complementarios, pues la gobernanza originaria entrega incentivos nuevos, una democracia participativa reduce la asimetría de información, al igual que esos modelos de gobernanza pueden ayudarse de la economía política clásica para resolver los conflictos que en ellos existen, por ejemplo, la democracia participativa necesita de una ciudadanía que entienda el alcance de las decisiones sociales. El cambio debe ser híbrido al igual que nuestras sociedades.

La pregunta que mata al economista es el cómo, pues el gran problema de la persistencia institucional es que quien ajusta las reglas políticas es el mismo que supone sufrirlas.  Uno puede decir lo que se debería hacer, pero ¿cómo hacer que el político lo aplique? Bueno, para eso son estas líneas, las iniciativas tienen que salir de abajo y así lograr cambios desde arriba. Cambios verdaderos, no el de un grupo de presión que jala el pastel económico cortoplacista hacia su lado. Justamente, no paren de leernos, pues tras haber analizado cómo el extractivismo, la desigualdad y las instituciones son un circulo vicioso interdependiente, la próxima semana culminaremos esta serie con el “PACTO DE NO CRECIMIENTO LATINOAMERICANO”.

[1] Takeshi Kawanaka and Yasushi Hazama , “Political Determinants of Income Inequality in Emerging Democracies”, Springer, 2016

[2] Acemoglu, Daron & Bautista, Maria & Querubín, Pablo & Robinson, James. (2007). Economic and Political Inequality in Development: The Case of Cundinamarca, Colombia. Institutions and Economic Performance.

[3] Bates, Robert H. (1981) Markets and States in Tropical Africa, Berkeley: University of California Press.

[4] https://www.youtube.com/watch?v=RG5fN6KrDJE&ab_channel=Stanford

[5] Richard Wrangham, 1997, “Demonic Males”

[6] Avi Tuschman, “Our Political Nature”, http://ourpoliticalnature.com/

[7] Jeffrey G. Williamson, 2015. “Latin American Inequality: Colonial Origins, Commodity Booms or a Missed Twentieth-Century Leveling?,” Journal of Human Development and Capabilities,

[8] Ana María Durán Calisto, “For the Persistence of the Indigenous Commune in Amazonia”, https://www.e-flux.com/architecture/overgrowth/221618/for-the-persistence-of-the-indigenous-commune-in-amazonia/

[9] Eduardo Galeano, “Las Venas Abiertas de Latinoamérica”

[10] Jared Diamond, “Armas, gérmenes y acero”

[11] Naomi Klein, “La doctrina del shock”

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Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.