EL CICLO POPULISTA LATINOAMERICANO

Curando el coronavirus con dengue

Si bien recientemente, con la subida del populismo nacionalista en el mundo, la investigación del tema se ha acelerado, hasta el año 1991, el populismo se consideraba un problema casi únicamente Latinoamericano. Citando a Dornbusch y Edwards[1] (1991), es “un acercamiento a la economía que enfatiza el crecimiento y la redistribución, mientras minimiza la importancia de las presiones inflacionarias, el déficit, las restricciones externas y las reacciones de los ciudadanos ante políticas que cierren los mercados”. Dicho en otras palabras, por Acemoglu, el populismo son políticas que van hacia la izquierda del punto óptimo que escogería el “50+1”, pero que de todas formas reciben su apoyo. El ciclo que describiremos a continuación es en parte el resultado del modelo visto en el artículo anterior donde el populista necesita señalar que no está capturado por la elite.

Por su historia colonial y su posterior industrialización nuestros países arrancaron su existencia con un nivel de desigualdad superlativo, por lo que naturalmente, el populismo siempre ha tirado hacia la redistribución más que al nacionalismo en todos nuestros países. Se considera que solo Brasil en su historia ha tenido populismo del otro extremo, experimentándolo de hecho en este mismo momento, Desde Perón y Getulio Vargas, hasta Kirchner, Correa, Evo y Chávez; Latinoamérica tiene un ciclo político claramente marcado. Dornbusch y Edwards desarrollaron un modelo que describe las 5 fases del populismo Latinoamericano.

En un principio, antes del caudillo ascender se tiene una población frustrada por el manejo económico, bajaron los estándares de vida, los servicios públicos son caros y la desigualdad repunta. Esas condiciones económicas no son una coincidencia, Edwards[2] (2019) muestra que en 13 de 15 casos documentados de 1945 a 1990, existió una intervención previa del FMI. De la misma forma, en el populismo más reciente y actual, el autor documenta una intervención previa al populismo del FMI en 5 de 7 casos, siendo las excepciones Obrador en México y Bolsonaro en Brasil.

En un siguiente paso, el nuevo gobierno populista ofrece solución a esos problemas a través de la expansión fiscal y redistribución atadas a una impresión de moneda exagerada. El economista Daniel Carboneto[3] aconsejo al presidente peruano en los 80 de seguir aumentando el déficit fiscal, pues según él, conforme más consuman los pobres, más economías de escala tendrán las empresas, reduciendo así los costos unitarios y la inflación. Estas sandeces se dicen cuando los macroeconomistas piensan vivir en un mundo de mercados perfectamente competitivos. En situación de oligopolio o monopolio, los precios aumentan conforme la demanda se enriquece, mientras la reducción del costo unitario debido a economías de escala no genera presión competitiva, sino mayor poder de mercado. Las empresas extraen todo el valor agregado que puedan independientemente de su costo de producción, por algo el gringo paga más en el mercado artesanal. Error de razonamiento considerado “neoclásico” cometido por un economista considerado “heterodoxo”.

El modelo Keynesiano en que la demanda crea la oferta termina estancándose si la producción no logra seguir el ritmo del aumento en el consumo impulsado a través de la inversión pública, lo cual genera que suban las importaciones más que las exportaciones, desequilibrando la balanza de pagos. Esto es especial y constantemente verdadero en nuestras economías primarias, pues si leen nuestro artículo sobre los efectos de los recursos naturales en la economía, verán que estos no dejan florecer a los demás sectores, siendo esta una de las causas de que la oferta no pueda seguirle el ritmo a la demanda. He ahí el dilema de los recursos no renovables: no permiten crecer al sector privado.

Esos recursos, generan mucho dinero y poco trabajo, y sus rentas se dividen entre una multinacional que no reinvierte el dinero en ese mismo territorio y el gobierno. Por tanto, un modelo basado en el extractivismo solo funciona en presencia de un estado fuerte, luego, un estado fuerte con instituciones extractivas deriva casi automáticamente en corrupción y excesos autoritaristas. Por algo el medio oriente está plagado de dictaduras y nosotros de democracias represivas. Es hasta un poco poético que lo que extraemos de la tierra, luego las instituciones lo extraigan de nosotros.

 La falta de oferta se traduce en inflación, y expectativas de inflación. Como vieron en “corrientes macroeconómicas”, las expectativas son un generador de inflación por sí mismas, pues reducen la oferta que espera vender luego a mejor precio, creando escasez. Cómo muchos aquí han vivido, y viven actualmente, la inflación se sale de control, y empieza la fuga de capitales mientras la economía entra en recesión. El gobierno populista responde con más subvenciones que debilitan la posición externa y aumentan todavía más la inflación. La economía se dolariza, con tasas de cambio oficiales y no oficiales, cae el poder adquisitivo, etc. Los argentinos se la saben de memoria.

La espiral inflacionaria ya comenzó, el privado ya tiene las expectativas ancladas, el control de precios no funciona, solo aumenta la escasez. Respetando todos los puntos de vista, cabe recalcar que, la profecía auto realizadora de las expectativas inflacionarias es un fenómeno de la macroeconomía, sin embargo, si se cree en que hay empresas cartelizadas para hacer una “guerra económica”, es igualmente a través de la escasez que se genera inflación, es decir el cartel tendría que ser suficientemente grande para generar escasez en un país entero (no lo descarto, pero igual habría que tomarlo en cuenta cuando se gobierna). Eventualmente, el populista pierde elecciones, si no logró ya manejarlas a su antojo.

Según Kaufman y Stallings[4] (1991), los objetivos políticos del populismo latinoamericano eran ganarse el apoyo de los trabajadores y de los negocios orientados hacia la expansión doméstica, enfrentándose a la oligarquía rural y las empresas extranjeras. Estos objetivos tan dignos vienen muchas veces acompañados de estimulación de la demanda a través de políticas clientelistas cuyos costos terminan endeudando excesivamente al país. Luego, aumentan el salario de los trabajadores mientras controlan los precios para crear un tipo de redistribución aumentando el poder adquisitivo, y finalmente, controlan las tasas de cambio para subir los salarios y los beneficios en los sectores de bienes que no pueden ser comerciados internacionalmente (restaurantes, peluquerías, construcción, etc.). Si bien en algunos casos e industrias este control puede ser positivo para la economía, el exceso causa el nacimiento de mercados negros y escasez.

Luego, se elige un nuevo gobierno para arreglar los derrames populistas. El nuevo gobierno, es el viejo, el mismo que causo el populismo, ante un país quebrado y sus otros intereses, se refugian en el manto del FMI y la austeridad, los salarios reales siguen cayendo hasta niveles de comienzos del ciclo. La austeridad, las viejas elites y las mismas instituciones corruptas que no evolucionaron con el populismo colapsan al sistema, las semillas del próximo régimen populista se plantan solas.

El FMI termina siendo el intento de curar el coronavirus con dengue. En efecto, el coronavirus coagula la sangre mientras el dengue funciona como anticoagulante, aun así, si contraes los dos, tienes grandes probabilidades de morir. De la misma forma, el dinero del FMI y sus condiciones buscan un equilibrio macrofiscal, que termina matando al resto del cuerpo económico, y, por tanto, ni siquiera logra su primer objetivo. Esta es la historia de Latinoamérica en los últimos 70 años, un ciclo económico y político que se repite. Claro, como saben, toda generalización es cómo mínimo exagerada, pues, por ejemplo, Colombia nunca ha experimentado populismo MACROECONOMICO (político sí)[5].

El ciclo responde a una historia de desigualdad, lo cual corresponde perfectamente a la definición de populismo, pues que mejor historia para causar sentimiento anti-élite que la de nuestra región. En los años 60, los ingresos del 20% más rico de la población eran 40 veces más grandes que los del 20% más pobre en Ecuador, 33 para Brasil, 32 para Perú, 11 en Chile y Argentina, siendo estos los menos desiguales. Entretanto, en Asia del este, China, Hong Kong, Corea, Singapur y Taiwán tenían una razón debajo de 9. Hay una correlación evidente entre desigualdad y populismo. Luego, el populista funciona como el agua de la sopa, hierve a las verduras (el pueblo) para extraer su sabor, el equilibrio perfecto se logra con un poco de sal y pimienta (victorias sociales), luego, el exceso de estos condimentos (endeudamiento y represión) permite sacar hasta el último aliento de sabor, pero daña la sopa (sociedad).

Mas recientemente, Edwards diferencia entre el populismo clásico Latinoamericano, el cual acabamos de describir, y el moderno, el “nuevo populismo” que empieza a finales de los 90. Este nuevo populismo no tiene crisis tan abruptas como antiguamente, sino que el deterioro se va haciendo lentamente hasta el punto de ebullición del populacho, el cual puede llegar muy tarde. La frustración de la gente es más gradual, lo que deja más tiempo para refinar el sistema. De hecho, Ocampo[6] (2019) considera que debería crearse un “índice de frustración” para analizar tanto le llegada como la salida de regímenes populistas. En el nuevo populismo, la inflación suele estar más controlada, pero se acumula deuda de forma insostenible.

Macroeconómicamente hablando, las medidas públicas deben ser contra cíclicas. Eso quiere decir simplemente, que en épocas de vacas gordas hay que ahorrar para las épocas de vacas flacas. Todos saben muy bien que, en épocas de crisis, tener un colchón reduce la incertidumbre, al contrario, después de cierto punto, la sobreestimulación de la demanda en épocas de vacas gordas (el famoso boom de las commodities) causa únicamente un aumento de los precios. Una vez que se abusó del endeudamiento, los planes sociales se vuelven insostenibles, planes que muchas veces no fueron diseñados para permitir a los sectores marginalizados una mejora en el LARGO PLAZO, sino para asegurarse sus votos.

Por eso, si el populista insistente en el camino extractivista, pensara en un futuro después de él, al menos mandaría par economistas a Noruega a aprender las especificidades del instrumento financiero que usan para que los ingresos del petróleo sean constantes y no dependan de los precios. Pero, en la mente del populista, el que come, come manjares y el que guarda, guarda pesares, pues dios les ampare de que sus sucesores disfruten de las sobras. De hecho, Alesina y Tabellini[7] (1990) muestran que es una estrategia política el sobre endeudarse para restringir las posibilidades fiscales y por tanto el rendimiento del siguiente gobierno.

Luego, el FMI entra con sus políticas de austeridad en tiempos de crisis, es decir a pesar de recibir un préstamo que permitiría lo contrario, nuevamente volvemos a una política procíclica, donde el gobierno se comporta igual que la economía, en vez de comportarse de forma contraria. Se tiene que gastar más en tiempos de crisis y menos cuando todo va bien. No le quitas el subsidio a la gasolina y el gas al ciudadano justo cuando no tiene plata, sino cuando la tiene. Un político genuinamente redistributivo por lo menos lo focalizaría, pues quienes más se favorecen de este subsidio serán quienes más consuman, por ejemplo, quienes tienen piscina. La pandemia es un ejemplificador perfecto de la política pública contra cíclica, fíjense como lo gobiernos de los países contaminantes (se autodenominan desarrollados) están regalando plata o comida a los hogares y desempleados.

Muchas veces la entrada del fondo viene acompañada de inestabilidad política, pues esta inestabilidad asegura que las multinacionales apoyadas por el fondo no tengan control, pues si el político anticipa menos tiempo en el poder, extraerá más. Es parte del modelo institucional heredado. Antes de Correa, Ecuador tuvo 7 presidentes en 10 años. Perú tuvo 4 presidentes en los últimos 5 años, entretanto el FMI les aprobó en 2020 un préstamo por 11.000 millones de dólares.

En pocas palabras, el préstamo del FMI no equilibra los errores pasados, te enfunda más fuertemente dentro de estos. El uso del préstamo del FMI termina siendo para los políticos, lo que es el apoyo del gobierno a los bancos. La crisis del 2008 fue causada porque los bancos hasta ese momento sabían que podían hacer lo que quieran, pues el gobierno siempre estaría ahí para salvarlos. El FMI causa lo mismo en nuestros políticos, pues si el préstamo no sirve para calentar la economía, le da seguridad a todo el sistema político que haga lo que haga el populista, ellos tendrán una red sobre la cual caer y seguir extrayendo. Al ciudadano común lo hace caer en la DESGRACIA DE LA AUSTERIDAD EN TIEMPOS AUSTEROS.

Así, por la misma naturaleza de nuestras instituciones Latinoamérica se encuentra siempre tambaleando entre dos formas diferentes de extraer sus recursos. Una en que se degradan las condiciones sociales para extraer los recursos naturales y humanos, otra que aprovecha mejorando las bajas condiciones sociales para ganar elecciones con ayuda de excesos macroeconómicos que se pagarán a futuro mientras degrada lentamente las instituciones hasta el punto en que no necesite más de estas, y por ende tampoco de mejorar las condiciones sociales. El ciclo es parte del extractivismo institucional, pues las dos corrientes son insostenibles, por lo que el mal menor es siempre el que no está en el poder. Ese problema causa que nunca se logren implementar políticas de desarrollo en el largo plazo, pues las instituciones tambalean conforme se cambian las camisetas.

Funke, Schularick y Trebesch[8] (2020) analizan el crecimiento de 50 regímenes populistas entre 1900 y 2018. Usan una metodología de “control sintético” con la cual construyen lo que los economistas llaman el contrafactual. El contrafactual es básicamente el grupo que recibe los placebos en un ensayo médico, si el populismo es la vacuna (perdonarán la analogía), el contrafactual es lo que hubiese pasado sin esta. Sus resultados son que 15 años después del ascenso de un régimen populista, el PIB por cabeza del contrafactual no populista es 10% mayor. Durante el último boom de las commodities, no fueron los regímenes populistas los que mostraron mayor crecimiento. Aun así, el PIB no puede ser la única variable para juzgar, pues una de las grandes victorias del populismo Latinoamericano seria la redistribución.

Entre 2006 y 2017 el Gini (índice de desigualdad) de Ecuador paso de 53,4 a 44,7, mientras el de Chile de 51,5 a 46,6. Brasil estaba igualmente en descenso casi constante de su Gini entre 2002 y 2015 pasando de 58,1 a 51,9. Son números esperanzadores en el régimen populista, sin embargo, según la “Wold Income Inequality Database”, la porción del ingreso en Ecuador del 50% más pobre es la misma en 1990 y en 2018 con 6,2% (¡!). En Argentina, habría sido más alta en 1970 que en 2018. La desigualdad parece fluctuar en el corto plazo, y ser estable o bajar muy lentamente en el largo plazo. Siendo este un objetivo central de la población Latinoamericana, claramente el ciclo político nos está embaucando con pequeñas victorias que nunca se concretan, por una simple razón: LA DESIGUALDAD ES UN TEMA ESTRUCTURAL.  Se podrá discutir horas con estadísticas diferentes sobre este tema, sin embargo, no se puede negar que el status quo de nuestra región no parece evolucionar al igual que su posición relativa ante el mundo. La narrativa anti-élite no es más que eso, narrativa.

Si bien cada caso tiene sus especificidades, el populismo si parece reducir la desigualdad momentáneamente, y lo que se gana en infraestructura, educación y desarrollo humano difícilmente se pierde. Argentina con todos sus problemas tiene una educación pública admirable, y Ecuador tiene carreteras. Aun así, la consecuente crisis del fin del populismo regresa al país a su nivel de pobreza inicial. Cuando la borrachera es excesiva el chuchaqui / guayabo / chaqui / resaca / caña, o como usted llame al malestar post-etílico, es inevitable; manéjese con moderación. No dejen de leernos, pues aquí apoyamos el crecimiento inclusivo, y por eso, semana a semana les contaremos posibles formas de que la sopa tenga la cantidad de sal deseada, o de evitar que las victorias sociales se conviertan en demagogia política y macroeconómica. Llego la hora de salir del modelo de democracia artificial que tenemos hacia uno hecho a la medida y en casa.

El Periférico arranca en 2021 con el fin de proporcionar la difusión de conocimiento, reflexión económica y el combate a la desinformación y a las noticias falsas respecto al camino que conlleva al desarrollo. Usted puede ayudarnos tanto compartiendo nuestros artículos como a través de aportes financieros.

Apoye este medio de información independiente con donaciones por cualquier monto, grande o chico. Tomarse un minuto para apoyar esta iniciativa, ayuda a mejorar la difusión del conocimiento y, tu democracia.

[1] Dornbusch, Rudiger, and Sebastian Edwards, eds. 1991. The Macroeconomics of Populism in Latin America. The University of Chicago Press.

[2] Edwards, Sebastian. 2019. \On Latin American Populism, and Its Echoes around the World.” Journal of Economic Perspectives

[3] Carbonetto, Daniel. 1987. “Marco teórico de un modelo de consistencia macroeconómica de corto plazo.” en Un modelo económico heterodoxo: El caso peruano

[4] Robert R. Kaufman & Barbara Stallings, 1991. “The Political Economy of Latin American Populism,” NBER Chapters, in: The Macroeconomics of Populism in Latin America, pages 15-43, National Bureau of Economic Research, Inc.

[5] Urrutia, Miguel, 1991, “On the absence of economic populism in Colombia”, The Macroeconomics of Populism in Latin America

[6] Ocampo, E. (2019). The Economic Analysis of Populism. A Selective Review of the Literature (No. 694). Universidad del CEMA.

[7] Alesina, Alberto and Guido Tabellini. 1990. “A Positive Theory of Fiscal Deficits and Government Debt” Review of Economic Studies

[8] Funke, Manuel, Moritz Schularick, and Christoph Trebesch. 2020. \Populist Leaders and the Economy.” CEPR Discussion Paper 15405. London: Centre for Economic Policy Research.

+ posts

Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.