EL NEGOCIO REDONDO DEL SUBDESARROLLO

¿A quién sirven las ONGs?

La rama de la economía llamada economía del desarrollo supone enfocarse en la mejora del bienestar social en el largo plazo, especialmente de, los países emergentes. Así, durante un largo tiempo los economistas han intentado dilucidar las determinantes de la situación de hoy en día y como cambiarla. Con este fin, se hace uso de técnicas econométricas para sacar el jugo de los datos disponibles, los cuales pueden llegar a tener su origen hasta en la época precolonial, pues las decisiones arbitrarias de gobiernos y agentes económicos proporcionan situaciones que son un festín para el estudio empírico de las diferentes teorías.

Sin embargo, en los últimos años, los economistas del desarrollo, liderados principalmente por, Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, cambiaron el enfoque de esta rama de manera controversial. Al punto en que fueron condecorados con el premio nobel 2019, el primero en ser entregado debido a la DIFUSIÓN DE UNA TÉCNICA DE ESTUDIO, los ensayos aleatorios controlados (RCT por sus siglas en inglés), y no por el descubrimiento de algún avance trascendental. Escoger esa metodología en particular no debería tener ninguna relevancia, sin embargo, lo especial es que, los economistas en cuestión y sus numerosos seguidores, se han dedicado a crear sus propios experimentos.

La técnica en discusión es la misma que se usa para desarrollar medicamentos y vacunas en el campo de la medicina. Consiste en exponer y no exponer a una política nueva de forma aleatoria a personas o grupos de características parecidas. Los que no reciban el “tratamiento” serán denominados de grupo de control (placebo en medicina) y los otros de grupo de tratamiento, al final la diferencia promedio entre los dos grupos, el “efecto promedio del tratamiento”, será considerada como la eficacia de este último.

La relevancia que adquirió esta metodología de ensayos aleatorios en los últimos años es tal que, de 3965 experimentos registrados en la Asociación Económica Americana (AEA) para el registro de RCTs, 515 (13%) comenzaron entre 1962 y 2012, mientras 3450 (87%) comenzaron entre 2013 y 2020. Tan solo 126 (3%) han sido en Latinoamérica y el Caribe, la mayoría centrados en educación, finanzas y salud. Esta metodología había sido expuesta e implementada por Fisher en 1925.

En este punto es necesario volver un poco en el tiempo para entender a qué motivos podría responder el auge de esta técnica. Pues hasta hace pocos años, pocos imaginarían que la tendencia desarrollista giraría en esa dirección. En efecto, en 2014 el premio nobel fue entregado a Angus Deaton, investigador que recientemente critica el uso automático y excesivo del RCT, explicando que ahora se adapta los problemas al método investigativo, en vez de adaptar la técnica experimental al problema que se busca resolver.

En sus escritos Deaton[1] (2020) contempla los varios problemas de validez estadística que tiene un RCT en la teoría, los cuales sería muy exhaustivo enumerar en este artículo. Cabe recalcar que no critica el RCT como método experimental, sino la relevancia que se le dio como método único. El ejemplo más simple es el hecho de que el tratamiento no toma en cuenta los valores extremos, se fija tan solo en el promedio. Bien sabe el sudamericano, especialmente el que vive en países del sur, que, si ponemos la cabeza en el horno y los pies en el congelador, terminamos con un país inviable, aunque exitoso a los ojos del mundo.

También, existen problemas prácticos. El único psicólogo premio nobel de economía, Daniel Kahneman (1971)[2], explica que el humano, y el investigador no es la excepción, tiende a tener una inclinación de confianza frente a la duda, o sea somos proclives a exagerar la consistencia y la coherencia de lo que vemos. Parecido a cuando un hincha ve a su equipo de fútbol y aunque intente tener toda la objetividad posible, no logra estar de acuerdo con el juez cuando este le cobra en contra.

En la Universidad, todo economista aprende la ley de los grandes números: las muestras grandes son más precisas que las muestras pequeñas. Sin embargo, muy seguido olvidan que lo contrario también es verdad: las muestras pequeñas tienen mayor probabilidad de arrojar resultados extremos. Y claro, el resultado final tendrá fuerte dependencia en la suerte, pues el valor atípico podrá encontrarse en cualquiera de los dos grupos. Los economistas no parecen impermeables al exceso de confianza, pues Young[3] (2016) aplica una prueba de significancia más refinada (llamado de inferencia de aleatoriedad) en 2003 resultados de 53 RCTs publicados en la American Economic Association; el 40% no tienen una real significancia estadística, es decir, los efectos del tratamiento podrían haber sido nulos. A diferencia del fútbol, aquí no hay subjetividad.

En su crítica a los RCT, Deaton también expone la aleatoriedad ficticia de estas prácticas, pues primero los investigadores ELIGEN una región (o esta se AUTOSELECCIONA) por sus mismas características, para luego ya dentro de esa región de estudio aplicar la ley del azar, sin olvidar la suposición de que todos los elementos de observación de esa región tienen las mismas condiciones iniciales. Para ilustrar la improbabilidad de que estos experimentos puedan proveer soluciones reales, Deaton usa el juego de celular “Angry Birds” como metáfora para describir los RCT. En vez de buscar el camino para derribar a los chanchitos (o sea buscar las deficiencias estructurales e históricas de los estados), se prueba todos los caminos (“tratamientos”) posibles hasta que aleatoriamente aparezca el correcto. En otras palabras, los problemas sociales se enfocan haciendo experimentos incomprobables sobre los habitantes de países en desarrollo en vez de taclearlos desde sus cimientos. Básicamente, se busca tratar los síntomas y no la enfermedad. No se sorprenda entonces, si el remedio es peor que la enfermedad.

El RCT puede medir efectos del programa, pero se reconoce entre sus limitaciones, la de no poder extrapolar sus resultados. ¿Es decir, como puedo asegurar que lo que funcionó en el oeste de Ruanda funcionará también para los campesinos de Paraguay? Al fin y al cabo, se logra evaluar la eficacia de una política en un lugar, pero no se llega a saber la razón por la que funcionó. Las características psicológicas, sociales y culturales del ser humano determinan la respuesta de las personas ante una política, o como lo llaman los científicos, “tratamiento”. Adicionalmente, los RCTs programados, como lo son hoy en día, no analizan el comportamiento de la gente en las condiciones existentes, proveen condiciones para analizar cómo se comportan. Es decir, aun si el estudio tiene una validez interna inapelable, falta dar el paso extra de entender las razones por las cuales sirvió o no.

En la mayoría de los estudios no se responde a esa pregunta esencial para saber en qué condiciones funcionará el proyecto, simplemente porque la respuesta no es una, sino una acumulación de factores específicos que interactúan entre ellos. Es suficiente con cambiar de ciudad para que la interacción de esos factores cause que el tratamiento tenga un efecto inverso o menor, ni se diga de país o continente.

En este punto, hubiese querido poner un ejemplo de lo recién expuesto, pero, de la misma forma que en lo teórico no se sostiene, al igual que las demás ramas del mercado laboral, la academia también tiene sus propios incentivos. Así, en la guía de implementación de RCTs de Duflo, Glennester y Kremer[4] (2008), reconocen que a los investigadores no les interesa replicar resultados de otros, y a los periódicos científicos tampoco les interesa publicarlos. Poco interés genera a los investigadores en busca de promoción ir a replicar en Colombia lo que algún verdugo ya “demostró” en Zambia.

Evitaremos extendernos sobre los dilemas éticos que presenta esta práctica tan famosa, los cuales fueron enumerados por Baele[5] (2013). Los dejaremos a su propia reflexión, contándoles de la existencia de un estudio del secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda de Argentina entre enero de 2017 y junio de 2018, consultor del BID, Banco Mundial y Naciones Unidas, Sebastian Galiani[6] (2020), en el que cortaron el agua a las familias pobres de Nairobi por una duración de hasta 9 meses con el fin de ver si los arrendadores de aquellos hogares favelezcos se dignarían en pagar, para al final no encontrar ningún efecto en la recaudación. Interesantemente, el estudio ya no está disponible en los sitios internet oficiales[7].

Los estudios de gobierno tienen un componente especial, en uno reconocido, y extrañamente no polémico,  Wantchekon[8] (2003) expuso a los habitantes de unos pueblos de Benín a mensajes clientelistas, y a otros a mensajes de bien público, a través de discursos escritos por él, que serían pronunciados por los políticos, con el objetivo de saber a qué mensaje responden los votantes. Según él, su estudio no podía tener ningún efecto en el resultado final de las elecciones. Imagínese usted que su voto no valga nada (literalmente) y que encima se lo exponga a mensajes que nada tienen que ver con la verdadera política futura de cada partido, y por ende de su país.

Irónicamente, para dar un “ejemplo representativo” en Latinoamérica, decidí presentarles un RCT al azar entre los 126 registrados en la región. Chong y otros[9] (2017), aíslan los efectos de un curso virtual sobre educación sexual financiado por la ONG Profamilia. El curso explica a los adolescentes sobre los riesgos del sexo y la violencia de género, desde un enfoque de reconocimiento del derecho propio. El curso tomó hora y media por semana durante 11 semanas en 69 escuelas públicas de Colombia alrededor de 21 ciudades. 23 de esas escuelas fueron aleatoriamente consideradas grupo de control por lo que no recibieron el “tratamiento”.

Los investigadores encuentran que el curso no tuvo ningún efecto en la frecuencia ni en la cantidad de compañeros sexuales. Sin embargo, regalaron un váucher para condones en un centro de salud.  El 28% de los estudiantes “tratados” lo usaron, en comparación con el 18% de los grupos de control, es decir una mejora del 55%, controlando por supuesto para los otros factores que los investigadores hayan considerado relevantes como la distancia de los estudiantes con la clínica. En la parte de discusión, los autores incurren en la comparación del costo con otros tratamientos (baratísimo), más no en la comparación de los resultados de esos otros tratamientos. En ningún momento se preguntan sobre la influencia de la gratuidad del váucher.

En una extraña coincidencia, el auge de este método experimental sucede justo cuando las intervenciones de ONGs para resolver la pobreza en el mundo estaban en el punto de mira de los académicos, y la crítica económica se había abierto camino hasta la esfera política. Recordemos, por ejemplo, que el expresidente de Bolivia, Evo Morales, expulsó varias de estas organizaciones entre el año 2014 y 2015. Cabe recalcar, que la gran mayoría de RCTs son financiados justamente por ONGS, ya que se los considera una muestra de legitimidad. Sería interesante poder tener datos sobre los auspiciantes de los RCTs, pero esa columna quedó en blanco en la base de datos de la AEA.

Justamente, uno de los mayores críticos del RCT como enfoque único, Deaton, también escribió el libro “El Gran Escape” abogando que los fondos de Ayuda Internacional que reciben los países en desarrollo han demostrado ser más perjudiciales que beneficiosos, pues, entre otras cosas, dan libertad de acción a gobiernos represivos, deshonestos e ineficientes.

Además de que cada proyecto de ayuda tiene sus problemas prácticos propios, en lo general estos hacen que los ciudadanos le rindan menos cuentas al gobierno (pues pagarán menos impuestos), el cual aprovecha para usar los recursos de formas menos eficientes, socavando así el desarrollo de la institucionalidad del país. En pocas palabras, la ayuda internacional pasa el poder de decisión sobre su futuro, de los votantes hacia los donadores. Uno de los canales más prominentes por el cual la ayuda internacional socava el desarrollo es a través del impedimento del desarrollo institucional.

Adicionalmente, Deaton describe la ayuda internacional como una industria de recolección y asignación de recursos. “Los dadores y los receptores de ayuda, los gobiernos de ambos países, son aliados en contra de sus propios pueblos. Todo lo que ha cambiado desde los tiempos coloniales es la naturaleza de lo que se está extrayendo.” El investigador explica la hipocresía de los países colonialistas que con esos fondos se hacen pasar por los benefactores del mundo mientras bajo la alfombra impiden a los países pobres salir adelante. El segundo en que el benefactor encuentra un costo (y un beneficio) real se le borra la sonrisa.

Entre los numerosos ejemplos, podemos citar los subsidios de la unión europea a sus agricultores ineficientes, desfavoreciendo la competencia y empobreciendo a los productores del mundo en desarrollo. De la misma forma, proveer de la vacuna del virus a ancianos y médicos del mundo, o liberar la patente, sería más beneficioso a nuestras economías que todos los programas de ONGs de la historia juntos. Sin embargo, unos la obtienen en diciembre, otros afondan su crisis de la deuda para obtenerla meses o años más tarde. Al fin y al cabo, la evidencia económica demuestra que, por lo general, las buenas intenciones van de la mano con el dinero solo cuando estas crean dinero. Una organización cuya intención sea de proveer de leche a la gente, en competencia, transformará sus buenas intenciones en dinero. Entretanto, un mercado donde el dinero proviene de la voluntad de la gente a aliviar la pobreza genera incentivos a que la pobreza siga existiendo. Así, el mercado de las ONGs solo es sostenible a través de las asimetrías de información, que la gente crea que si reducen la pobreza.

La ayuda internacional aun siendo eficaz, puede causar estragos en el largo plazo. La enfermera Nightingale, reconocida por haber revolucionado su campo, tras haber experimentado la guerra en carne propia, aseguraba que la cruz roja era una idea ridícula que solo podía originarse en un lugar como Ginebra que jamás tendría conflictos en su territorio. En efecto, la ayuda humanitaria vuelve la guerra menos costosa para los gobiernos tanto administrativa como financieramente, y no solo la prolonga, sino que la vuelve más probable. Entretanto, Henry Dunant, hombre de negocios suizo y cofundador de la Cruz Roja, premio nobel de la paz 1901, apelaba a las emociones humanas para justificar la creación de esa organización imparcial, neutral, e independiente. Describió el esquema como cristiano y buen negocio para los gobiernos. Cabe preguntarse si ofrecer sus servicios en campos de concentración Nazi manteniendo la confidencialidad de los crímenes atroces de los cuales eran espectadores no puede considerarse como complicidad. En fin, solo uno de estos dos personajes expresaba mensajes que no le eran personalmente beneficiosos.[10]

Para motivar la investigación con RCTs, Duflo dice en un seminario “DEBERÍAMOS DEJAR DE MENOSPRECIAR A LOS PAÍSES POBRES, SINO VERLOS COMO PAÍSES QUE SIMPLEMENTE SON POBRES” [11]. Entretanto, una inmensa capacidad laboral, que podría enfocarse en revertir las barreras sistémicas al desarrollo puestas tanto por el sistema internacional como local, hace estudios para ver la reacción de las poblaciones a ciertas políticas, influyendo negativamente en su desarrollo institucional, el cual a su vez no permite que esas poblaciones puedan escoger las políticas que anticipan serian propicias. Como si no fueran ellos quienes mejor conocen su idiosincrasia. Lógica a diciembre.

Comparativamente, la ayuda internacional en el contexto Latinoamericano tiene una incidencia menor, pues según datos del Banco Mundial, en 2018 como porcentaje del gasto del gobierno representó en Argentina y Brasil el 0,6%, en Colombia el 1,9% y en El Salvador el 3,9%. Si bien el valor del Salvador puede parecer significativo, es obviable cuando consideramos que este mismo número en Uganda es del 50%, del 54% en Etiopia, del 86% en Malawi y hasta del 291% (¡!) en la Republica Central de África.

Sin embargo, no es un peligro del que nuestro continente se pueda abstraer completamente. Como lo apuntan Bédécarrats y otros[12] (2019), la nueva predominancia de los RCT y su incuestionable defensa por quienes los llevan a cabo se debe a que se convirtió en un modelo de negocio exitoso para lo que pide el nuevo mercado de análisis de impacto. A través de este método las ONGs encontraron la manera de legitimar su accionar. Renovaron la confianza de los donadores creando así nuevos canales de financiamiento, son llamativos para el público general, para los políticos, y tienen credibilidad científica por el impulso que recibió de departamentos de grandes universidades y el primer premio nobel sin substancia después de tan solo 6 años antes haberlo entregado a la corriente que explica los reveses de estas prácticas. Como ingrediente final, tienen una rentabilidad financiera alta (para quienes los realizan, no para los sujetos del “tratamiento”).

Por otro lado, la predominancia de esta metodología de investigación es un camino fácil para los economistas pues requiere de un conocimiento mínimo para ser implementado. Los economistas desarrollistas tienen una tradición de enfocar el desarrollo históricamente a través de un análisis de las estructuras rígidas de los estados. Aunque el RCT sea una metodología valida bajo ciertas circunstancias, su facilidad y aceptación tanto dentro como fuera del pensamiento económico lo vuelve un peligro para la próxima generación de economistas del desarrollo. Ávidos por reconocimiento intelectual, ya sea por el costo de oportunidad (no hay tiempo para todo) o por simpleza, podrían abandonar la búsqueda de un camino al desarrollo en detrimento del MERCADO que es la tan querida y digna caridad internacional. Para completar el círculo, este año, el ya conocidamente a la venta nobel de la paz fue entregado justamente a una agencia de caridad internacional.

En 2006, el centro para el desarrollo global publicó un llamado a subir el perfil de los RCTs, y a que los autores se concentren tanto como sea posible en esa metodología. Recientemente, el economista Michael Clemens[13] (2020), perteneciente a ese mismo centro, publicó un estudio en el que muestra que conforme los países tercermundistas alcanzan un mayor nivel de desarrollo, la emigración hacia países del norte económico en vez de disminuir, como esperaban, aumenta (descubrió el agua tibia este hombre). Concluye, por tanto, que el promover el desarrollo a través de la ayuda internacional no es una buena estrategia para reducir la migración hacia los países centrales, por lo que esta debe ser usada para otros propósitos. Interprete usted.

[1] RANDOMIZATION IN THE TROPICS REVISITED: A THEME AND ELEVEN VARIATIONS

[2] Tversky & Kahneman, 1971, “BELIEF IN THE LAW OF SMALL NUMBERS”, Psychological Bulletin

[3] Young, Alwyn, 2016, “Channeling Fisher: randomization tests and the statistical insignificance of seemingly significant experimental results,” London School of Economics

[4] Duflo, Esther & Glennerster, Rachel & Kremer, Michael, 2008. “Using Randomization in Development Economics Research: A Toolkit,” 

[5] Baele S. (2013) “The ethics of New Development Economics: is the Experimental Approach to Development Economics morally wrong?”, Journal of Philosophical Economics 

[6] Aidan Coville, Sebastian Galiani, Paul Gertler, and Susumu Yoshida, 2020, “Pipe dreams: Enforcing payment for water and sanitation services in Nairobi’s slums”

[7] Al 15 de octubre esta indisponible en ideas repec ni en ssrn. Sin embargo, aquí tienen un resumen.

[8] Wantchekon, Leonard (2003), “Clientelism and Voting Behavior: Evidence from a Field Experiment in Benin,” World Politics

[9] Chong, Alberto & Gonzalez-navarro, Marco & Karlan, Dean & Valdivia, Martín. (2013). Effectiveness and Spillovers of Online Sex Education: Evidence from a Randomized Evaluation in Colombian Public Schools.

[10] Philip Gourevitch, “Alms Dealers”, The New Yorker

[11] “We should stop looking down on poor countries, just look at poor countries  as countries that happen to be poor” en “Rethinking Capitalism with Esther Duflo and Abhijit Banerjee”, Wheeler Institute, London Business School, min 58:45

[12] Bédécarrats F., Guérin I., Roubaud F. (2019), “All That Glitters Is Not Gold. The Political Economy of Randomized Evaluations in Development”, Development and Change

[13] Clemens, M A (2020), “The Emigration Life Cycle: How Development Shapes Emigration from Poor Countries”, IZA Discussion Paper

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Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.