EL CAPITALISMO GORE DE SAYAK VALENCIA

Una filosofa decolonial interpretada por un economista

Cómo explicamos en nuestro último artículo, nuevamente Latinoamérica vendió su soberanía a Estados Unidos, a cambio de la riqueza y el financiamiento que se abre al poder comerciar con su sociedad hiperconsumista. Este agresivo regreso a la burbuja de influencia gringa vino acompañado de una explosión conjunta de la inseguridad y puso al narcotráfico en el ojo de todos los noticieros. Por tal razón, el libro “Capitalismo Gore” de Sayak Valencia escrito en 2010 está más vigente que nunca.

En efecto, Sayak otorga al crimen organizado un rol central en el modelo capitalista occidental, siendo tanto un acelerador como una consecuencia. Ella se centra en el caso de Tijuana en México, sin embargo, el crimen organizado es un actor relevante en varios países de la región: el proceso de paz en Colombia fue una negociación con disidentes del Estado, de la misma forma, varios pasquines aseguran que Bukele mantendría conversaciones con las pandillas.

El libro es de un género que los economistas del norte despreciarían debido a la visión reduccionista de la ciencia y el mundo que manejan: “roba porque es pobre” es su conclusión preferida, como si fuera tan fácil olvidar los valores morales. Nos encontramos con un análisis que rebusca en las contradicciones de la superestructura social los mecanismos que empujan a escoger la violencia más allá de la falta de oportunidades, pues de hecho los más acomodados también participan del Capitalismo Gore.

Una de las características de la actualidad es que cada vez más la economía y la globalización popularizan la tecnología para eliminar fronteras y acortar distancias con el fin de crear una conciencia social acrítica e hiperconsumista convirtiendo a los individuos en seres encapsulados en sí mismos. Siendo que actualmente, la cultura no la guían los próceres, sino los publicistas y los influencers.

Así, se borran las fronteras nacionales convirtiendo los conceptos de nación y nacionalismo en baratijas culturales decorativas, pasando del Estado-Nación al Mercado-Nación, donde la identificación se da a través de los bienes de consumo. A través de la tecnología y los mass medias se difunden los deseos consumistas que crean pertenencia a dicho mercado nación, a lugares donde difícilmente puedan ser obtenidos por la vía legal.

La autora apunta algunas políticas y situaciones características de la austeridad neoliberal, como la precariedad del empleo y la desregulación de los mercados, indicando el comienzo del Capitalismo Gore alrededor de los 70. El capitalismo liberal que se popularizó en esas épocas ya no emprendería la venta alivio sino de frustración continua, lo cual empujó al uso de la violencia como herramienta mercantil para usufructuar de parte del pastel capitalista a través de la economía ilegal.

En efecto, el capitalismo no es únicamente un sistema económico, sino una construcción cultural, no depende únicamente de la mano invisible del mercado sino de la educación del consumidor y el espíritu “visionario” de los empresarios: la mano visible de los directivos. Por el desprecio del capitalismo hacia el obrero y la cultura laboral, la socialización por el consumo se convierte en la única forma de mantener vínculos sociales, acentuando la famosa clase media global descrita por Milanovic y expuesta en este libro a través del término “Mercado-Nación”. En contraparte, el narcotráfico revaloriza el trabajo del campo, pisoteado bajo el régimen de industrialización capitalista donde el campesino es el escalafón más bajo en la cadena alimenticia.

Entre más mejoran las condiciones materiales generales más se arraiga el prejuicio de fracaso en los pobres, generando además de deprivación económica, sufrimiento moral, vergüenza de ser diferente y auto depreciación. Así, los sujetos se cuestionan la infalibilidad del orden del mundo y crean su moral paralela empoderándose a través de sus capacidades destructoras para generar capital que permita contrarrestar su condición de víctima. Por algo en las series gringas siempre el que da una lección dice “en este mundo tienes que comer o ser comido”.

El fenómeno masivo del consumo hedonista, la mentalidad del que lo consigue todo y el éxito social de ese consumo ha sido importada a lugares donde tal cosa solo es posible de conseguir con violencia. Así, los individuos de barrios pobres de la periferia adoptan los valores individualistas y consumistas con la preocupación tan actual por la “realización del individuo” a través del reconocimiento social.

Lo que la Sociedad mira como personas que simplemente no tienen moral, como si el ser humano pudiera desaparecer su moral, en realidad es una moral invertida. En ese sentido, lo que Sayak llama el “sujeto endriago”, para no decir el bandido, si puede tener altos estándares morales. La diferencia es que define la moral de forma diferente; no son los 10 mandamientos, es la moral del capitalismo, donde lo más importante es, al nivel psicológico, el reconocimiento social, y en lo económico, acumular lo más posible.

El capitalismo a través de la imposición del dinero como factor de reconocimiento social, en vez de, por ejemplo, que la sociedad te reconozca según tu aporte, crea una posibilidad de lograr realizarse como persona a través del crimen. Esta es una de las razones por las que, por ejemplo, el deporte barrial mantiene a los jóvenes alejados del crimen, pues permite la construcción de una identidad y una comunidad fuera del padrón hiperconsumista, los domingos en la cancha.

Sayak llega a enunciar hasta los ingredientes para crear uno de estos sujetos, incluye el maltrato familiar y la filosofía humanista de occidente. Siendo no el consumo excesivo el problema, sino el bombardeo cotidiano de tentaciones multicolores a personas que no pueden permitírselo, “el infierno no es la espiral interminable del consumo, es el subconsumo de las poblaciones frágiles en una sociedad de hiperconsumo”, escribe.

Vemos aquí otra coincidencia entre la filósofa decolonial Valencia y el economista Milanovic, quien pone entre las causas de la corrupción bajo la globalización capitalista, el hecho de que los burócratas de países pobres regresan a ver a sus pares del norte y resienten tener menos lujos por un mismo trabajo, lo que los lleva a corromperse. Así, este mecanismo no solo fomenta la economía criminal, sino que se extiende a la economía legal, con policías y políticos para los cuales un soborno representa mayor status que un trabajo bien hecho.

Por tanto, la globalización cultural es propensa a crear subjetividades endriagas, (las subjetividades se refieren a las diferentes formas que cada uno tiene de ver el mundo, como opuesto a la economía clásica donde todos son humanos racionales y egoístas) pues si bien todo humano tiene un código moral, ese código será el que su familia y la sociedad le enseñen. Los criminales no son psicópatas.

Como el capitalismo moderno ya no puede uniformar un grupo de gente para hacerlos pertenecer, y vincularlos solidariamente, la pobreza como clase social ha perdido significado. En esta situación surge la nueva clase criminal global con otro tipo de socialización: el de la respetabilidad por conseguir dinero sin importar de donde provenga. Nuevamente, Milanovic también nota que en la ética capitalista el único valor universal es el lucro y el éxito financiero, creando sociedades amorales.

De hecho, automáticamente las personas más ricas del mundo serán aquellas con menos objeciones morales, pues si la tranquilidad moral no tuviera un costo, no sería difícil tenerla. La trampa que no se detecta favorece al tramposo, la empresa con prácticas abusivas será la más rica, son características básicas del capitalismo. Odebrecht aun habiendo sido atrapada es todavía líder de mercado.

La ética es el límite del perdedor, pues el capitalismo gore permite con tranquilidad las desigualdades sociales, los muertos, y que las farmacéuticas multinacionales no ayuden a combatir las grandes pandemias. En 2010 lo dijo Sayak, en 2020 se lo confirmó. De esta forma, el deseo de escala y pertenencia social distorsiona la moral del proletariado creando el proletariado gore.

En el lado de la demanda, el mercado de las drogas crece pues son la manifestación externa de un capitalismo maduro que centra su interés en el placer y la gratificación emocional INMEDIATA (artículo). El ejemplo más actual de esto es la ayahuasca pasando de ser una planta que imparte justicia y sanación a un atractivo turístico más. De la misma forma, la hoja de coca paso de ser un elemento esencial de la vida y la cosmovisión andina a ser la gasolina del lobo de wallstreet, motivo de guerra y sangre.

La clase burguesa incursiona en el negocio de las drogas no solo como inversor, sino vendiendo en su círculo de amigos, quitándole al consumidor el sentimiento criminal. Las políticas de cero tolerancia no tienen la menor posibilidad de éxito pues no encuentran legitimidad en la sociedad: una ley que incumple en su vida 1 de cada 5 personas, y ninguno de sus amigos lo denuncia por ello es una ley fracasada. La razón de ser de la ley es otra: la prohibición crea monopolio y violencia, a la vez que capacidad de control en el consumidor a través de su criminalidad. Por eso los países consumidores de a poco legalizan el consumo mientras siguen prohibiendo la producción; ilegalizando únicamente al Sur, pero obligando a la existencia de esa ilegalidad.

No es coincidencia que, a pesar de las drogas existir desde el comienzo de los tiempos, se emprendió su legislación recién en las primeras décadas del siglo XX, siendo tratado por los Estados Unidos como tabú o con suerte, problema de salud pública. El doble rasero agiganta los beneficios, no únicamente para los narcos sino también para a todo el entramado de autoridades corruptas.

En esta sociedad del espectáculo en la que vivimos, los políticos adoptan el rol de payasos y son magnificados por los medios (no me hagan dar ejemplos), de la misma forma, los criminales consideran a los medios como un elemento fundamental de visibilidad y estatus. Los medios espectacularizan la violencia y ofrecen publicidad gratuita, permitiendo la proliferación del miedo, y por tanto del poder territorial del criminal. En busca de mayor audiencia se perfilan como cómplices del crimen organizado, propagando el capitalismo gore y a su vez recogiendo mayores beneficios económicos gracias a este. Existe una contradicción con: por un lado, el bombardeo informativo y la sociedad de valores hiperconsumistas, y por el otro la cruda realidad de las personas bombardeadas sin el poder adquisitivo que satisfaga tal consumo.

La espectacularización de la violencia se transforma en una estrategia de rentabilidad, obviando el coste humano, a la misma vez que el capitalismo te la trae hasta en forma de películas y video juegos. No es una relación automática, no toda serie sobre crimen se convertirá en realidad, sin embargo, visibilizan, legitiman y ENTRENAN MENTALMENTE a la audiencia para aceptar la realidad PASIVAMENTE. O sea, el Capitalismo Gore ya es parte de la realidad, la cual no se ve contestada por la población que a través del arte y la literatura adquiere una mentalidad acrítica, silente y RESIGNADA. No es coincidencia que justo en estos tiempos de regreso a la burbuja gringa, el cantante de Narcocorridos “Peso Pluma” haya superado a Bad Bunny como el más visto en YouTube.

Sayak usa el ejemplo del GTA donde el personaje principal del juego recibe ordenes de un agente de gobierno estadounidense envuelto en combatir las amenazas en Latinoamérica con los medios que sean necesarios, incluyendo traficar droga o financiar dictadores a cambio de armamento, siendo estas para el agente la única forma de proteger los intereses de su país. Esta parte es particularmente vívida para un ecuatoriano tomando en cuenta que en Guayaquil aparecieron personas colgadas de un puente al mismo tiempo que la alcaldesa se hacía propaganda reproduciendo su físico en forma de avatar de ESE MISMO VIDEOJUEGO.

Uno de los grandes conceptos de la economía es aquel de la destrucción creativa, donde una innovación grande trae consigo miles de innovaciones subsecuentes, que a su vez vuelven inútiles innovaciones anteriores junto a sus respectivos trabajadores, que migran hacia la siguiente rama tecnológica. Sucedería lo mismo con la sobre especialización de la violencia que tendría sus bases en técnicas militares y de guerra. Así, se forma un complejo drogo-industrial-militar e hiperconsumista como terreno fértil para la propagación de la subjetividad endriaga.

La organización del negocio criminal se asemeja entonces al de la multinacional capitalista con análisis riesgo- beneficio y trabajadores calificados, ex militares de elite o deportistas. De hecho, las estimaciones indican que el producto interior bruto criminal corresponde al 15% mundial, siendo, según Sayak, la industria más grande del mundo seguida de los hidrocarburos y el turismo. Así, el crimen proporciona divisa extranjera, empleo y bienestar económico. Por lo que el Capitalismo Gore se entiende como “la dimensión sistemáticamente descontrolada y contradictoria del proyecto neoliberal”.

Es de conocimiento público que el sistema financiero del Reino Unido al igual que su liga de fútbol, y exitosos bancos como HSBC, se manchan al lavar. De hecho, Milanovic apunta a la libre circulación de capitales como otra de las grandes causas de la corrupción generalizada bajo la globalización hiperconsumista, y a Londres, capital de los brazaletes multicolores y los grandes defensores de los derechos humanos, como el centro financiero del lavado de dinero. La hipocresía reina.

El sistema circular de esta economía ilegal incluye a los gobiernos, los cuales no buscan acabar con el poder de los carteles, sino limitarlo y usarlo en beneficio propio, pues el acabar con estos podría traer consecuencias recesivas en la economía y la sociedad. La autora muestra una hiperinflación en los números del narcotráfico para justificar el desvio de presupuesto estatal hacia tal complejo. Es curioso como los mismos mecanismos pueden tener diferentes fines: en la ONU, para obtener financiamiento climático, y en el mercado del control de drogas, para financiamiento de guerra, dos fines con un mismo medio.

Se huele a lo largo del libro que le parece totalmente arbitraria la discriminación entre drogas legales e ilegales; lo cual, 13 años después de escrito ese libro se muestra como una verdad siendo que el problema de loquitos drogadictos en Estados Unidos se originó en el mercado farmacéutico y fue ayudado por todo el sector LEGAL de la salud. Si la criminalización se puede interpretar como un exceso de regulación, causando violencia en la oferta, la desregulación completa, causó la drogadicción en la demanda.

Las políticas de control de Estados Unidos crean un estado de excepción en nuestros países a la vez que aumenta su venta de armas a las mafias y mete más dinero en el sistema de blanqueo más refinado del mundo. La autora traza un paralelo claro entre la “psiquis del gobierno estadounidense” y la estructura mafiosa del narcotráfico: ambos usan la violencia extrema para la ocupación de un territorio y la circulación de un producto, el uno con el petróleo (guerra de Iraq, Siria, etc.), el otro con las drogas.

Tales prácticas les traen mayor poder económico y legitiman al gobierno gringo dentro de la lógica del patriarcado y del capitalismo internacional. Las lógicas criminales se equiparán en los negocios a las multinacionales, y en la violencia a la de la potencia mundial, siendo que las estructuras de la mafia son una reproducción de las estructuras de poder legítimas. Al punto que: lo legal y lo ilegal son un reflejo cabe preguntarse ¿en qué lado del espejo está el criminal?  ¿Y en qué lado el que lo persigue?

Valencia critica aquellos ideales de libertad, igualdad y fraternidad, pues la paz y la prosperidad de occidente “civilizado” solo se ha logrado exportando sistemáticamente violencia y destrucción hacia la periferia “bárbara”, desde la conquista del oeste hasta las matanzas del Congo. Hoy, la hegemonía mundial de Estados Unidos tiene el fundamento económico y geopolítico de la carrera armamentista.

De esta forma, el narcotráfico impide un progreso tradicional de la democracia en los países periféricos, pues ¿por qué tendrían las autoridades que molestarse cuando hay una fuente de ingresos para los agricultores que además resulta en generosas regalías políticas por tan solo cerrar los ojos? Con el retroceso hacia bloques comerciales caracterizados por una sola potencia cada uno, estando Latinoamérica en el de Estados Unidos, el retroceso institucional de los últimos años no es una coincidencia.

Lo que la autora acuña bajo la metáfora de un agujero de gusano que conecta los dos mundos, el economista heterodoxo Sunkel ya lo había puesto en evidencia: el desarrollo del norte existe debido al subdesarrollo del sur, los dos son caras de una misma moneda. La revolución industrial sucedió tanto en el centro como en la periferia, en Europa abrieron mercados y se industrializaron, mientras en Latinoamérica se hicieron adaptaciones estructurales, institucionales, económicas y sociales a las necesidades del centro.

Dentro del capitalismo Gore sucede lo mismo, la periferia adapta sus estructuras políticas y sociales para que el norte usufructúe del negocio de las drogas y las armas.  La obligatoriedad de la lucha contra las drogas es entonces parte integral de una estrategia de neocolonización. Así, Petro puede ir a la ONU y hacer decorados discursos sobre la injusta estigmatización de la planta de coca, pero en los hechos Estados Unidos jamás permitirá que la legalice.

A diferencia de los economistas, la autora no provee soluciones de política pública, pues, decir algo del tipo “legalícenla” no aporta nada nuevo al debate.  Es de hecho una de las grandes fallas de la economía en general, proveemos soluciones, pero rara vez la forma de implementarlas desde la población.

ME EXPLICO, al momento uno de los economistas más reconocidos del mundo asegura que todos los problemas de los países tienen una misma raíz: sus instituciones; las cuales tendrían que incluir a toda la población (derecho al voto, etc.) y además proteger la propiedad privada, siendo estas el eje del desarrollo. Sin embargo, asegura que, por la naturaleza de estas, quienes usufructúan de sus fallas son los mismos con poder para cambiarlas, por lo que las instituciones perduran en el tiempo, siendo modificadas únicamente por procesos sociales que duran generaciones.

Adicionalmente, uno de los ejes fundamentales de esta PERSISTENCIA INSTITUCIONAL sería la desigualdad (artículo), por lo cual, recomienda realizar reformas agrarias, lo cual CONTRADICE su medida de calidad institucional: la protección de la propiedad privada. Tenemos entonces que, por nuestra historia, la propiedad privada es lo que excluye a parte de la población de estar sometida al mismo funcionamiento institucional, pero si las instituciones tocan la propiedad privada son consideras EXTRACTIVAS. Tenemos entonces lo que llamo LA PARADOJA DE ACEMOGLU, donde sus soluciones contradicen sus problemas, por lo que tendríamos un conflicto sin solución.

Y en efecto, el pensamiento decolonial de Sayak no busca formas de cambio dentro del marco de nuestras políticas e instituciones coloniales, sino a través de la resistencia de la gente (evitando que esta se convierte en un mercado en sí misma), proponiendo abandonar nuestras subjetividades heteropatriarcales: gasolina del capitalismo y el hiperconsumismo, a favor de que cada uno tenga su propia identidad de género o queer fuera del padrón impuesto por la hegemonía capitalista. Siendo que, por cada persona que resista a la cultura patriarcal, será una presión menos de reconocimiento social a través del consumo en el potencial sujeto endriago.

A lo largo del libro encontramos coincidencias entre el análisis que hacen algunos economistas del capitalismo, y el de Sayak, quién pone esas características en el contexto del narcotráfico. Sin embargo, quedaron pendientes algunas discusiones causales, preguntándose, por ejemplo, ¿la violencia es realmente un outlier del humano o es la norma? ¿cuáles son los determinantes de la moral? Bajo la ideología decolonial transfeminista de la autora, el patriarcado se presenta como la raíz de todos los males de la sociedad, así apunta al hiperconsumismo de tal régimen como causalidad única de este sistema que llama Capitalismo Gore, encontrando así su única solución.

Quedan varias preguntas sin responder bajo la lupa de la ciencia económica, pues, ¿se puede realmente apuntar al hiperconsumismo como la única causa de creación de sujetos endriagos? ¿Podemos afirmar que la sociedad de consumo se da únicamente bajo la cultura colono-patriarcal? No tenemos respuesta pues no existe contrafactual, sin embargo, pronto intentaremos complementar este estudio con los aportes de la ciencia económica. Pilas

+ posts

Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.